'Poche', el eterno aspirante
En París no le están dejando trabajar. Lo mismo que sucedió con Tuchel. Y miren luego lo que ha hecho el alemán en Stamford Bridge. Su Chelsea es vigente campeón de Europa y este sábado aspira a conquistar el Mundial de Clubes ante el Palmeiras. Pochettino es un magnífico entrenador, de esos que desprenden pasión por lo que hacen y transmiten sentimiento y compromiso con los clubes que los contratan. Pero en el Tottenham sí le dejaban ser él mismo, mientras que en el PSG le utilizan como un teórico puente de plata hasta que desembarque Zidane, aunque tengo serias dudas de que el marsellés acabe aceptando la mareante oferta de Al-Khelaïfi en ese intento absurdo del club parisino por imitar al Madrid hasta en el banquillo. Nasser olvida que el Madrid tiene 13 Copas de Europa y el PSG las mismas que el equipo de mi pueblo, el Villarrubia de los Ojos, por lo que es mejor explicarle las razones por las que no puede todavía comer en la misma mesa que regenta el rey de la competición.
Pochettino está en París porque en ocasiones anteriores el tren del Madrid pasó de largo por estar atado a un contrato. Mauricio es un hombre fiel a lo que firma y, por mucho que le dolió, no pudo subirse a ese crucero de color blanco con el que ha soñado varias veces. En el Bernabéu siempre gustó, aunque no se pensaba por entonces que pudiésemos vivir un Ancelotti 2.0. Con Carletto el tema del banquillo está solventado, pero hasta ese revival del italiano las encuestas situaban a Poche a la altura del mismísimo Klopp. Su sabiduría futbolística se añade a su sentimiento perico, que le ha hecho afirmar a menudo que jamás entrenaría al Barça. Eso suena a música celestial en el Bernabéu, porque tiene identificado al enemigo deportivo. Pero el martes no habrá coqueteos. El enemigo será él, aunque siempre le consideraremos "uno de los nuestros".