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Se vio una cara desconocida del Real Madrid en relación a lo ofrecido en esta temporada. No sé si fue la falta de piernas por el hecho de contar con unos cuantos futbolistas que recién llegaban de jugar con su selección y de asumir un viaje agotador, pero al equipo le faltaron ritmo, ideas y agresividad. Los duelos fueron ganados por un Athletic que mordió en cada balón como si fuera el último. Los de Ancelotti se mostraron a un ritmo inferior y muy poco activos en las diferentes situaciones del juego.

Dos aspectos fueron clave en el partido. El primero, el no poder superar la presión adelantada de los leones en ningún momento. No se pudo conectar con Kroos y con Modric, siendo el croata el único que buscó la solución, sin demasiado éxito, con movimientos dentro-fuera en diagonal para ofrecerle línea de pase al lateral. El segundo, la poca amenaza de los jugadores de ataque. Todos la quisieron al pie, acercándose al poseedor, convirtiéndose en presa fácil para la excelente presión bilbaína.

Ni siquiera existió el chispazo de calidad o imaginación por parte de alguno de ellos, solo el taconazo de Asensio sobre Casemiro. Gran partido de los de Marcelino, con un derroche espectacular a nivel físico y con riguroso orden en todo lo que hace, que deja a las claras lo bien que está trabajado.