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Torrecilla y el vacío de poder en el Zaragoza

Zaragoza

Miguel Torrecilla aún no ha fichado un solo jugador que le haya dado un salto de calidad al Real Zaragoza, pero no deja de sacar pecho y sigue encantado con su desempeño en la dirección deportiva. En su comparecencia de esta mañana para valorar el mercado invernal ha recuperado e insistido en la pomada y, sin ningún rubor, hasta ha anunciado que ya está trabajando en la próxima temporada, pese a que su contrato finaliza el 30 de junio y la sociedad anónima deportiva se encuentra oficialmente inmersa en un proceso de cambio de propiedad.

Sólo en un club a la deriva y en descomposición, con un evidente vacío de poder, es posible que un ejecutivo casi recién llegado, de historial tan escaso, tan reincidente y sin ningún arraigo y sensibilidad zaragocistas, continúe tomando decisiones y expresándose en un tono altivo y alejado de toda realidad. El Real Zaragoza únicamente ha sumado siete de los últimos 27 puntos en juego, sólo ha ganado cinco partidos, es el segundo que menos goles marca y el tercer peor equipo de la categoría en los dos últimos meses, y ocupa la decimoctava posición, a cinco puntos del descenso y a diez del ‘playoff’, pero Torrecilla ha vuelto a recuperar la pomada en lo que lejos de un análisis profesional es una pura provocación a la afición y a la propia historia de la institución.

En un Zaragoza sin gobierno, con los demás ejecutivos y principales rectores parapetados en el silencio, Torrecilla ha decidido erigirse en el portavoz de un triunfalismo insoportable, que le hace un daño terrible a unos futbolistas que van a tener que luchar a brazo partido para escapar del peligro y mantener la categoría. También es un discurso muy dañino para el propio Juan Ignacio Martínez, siempre dispuesto a hacer seguidismo de Torrecilla, pero que ya ha perdido su aura de intocable. Y lo es también para los propios accionistas mayoritarios, de los que la afición sólo espera ya que se vayan lo antes posible.

Miguel Torrecilla va a dejar una enorme hipoteca a su paso por el Real Zaragoza, pero el gran problema no es este director deportivo y su realidad paralela, sino quienes todavía lo sostienen.