Un padre idiota
Como todos los padres quiero que mis hijas salgan bien educadas. Que tengan la mente abierta, que sean creativas, libres, tolerantes y todo eso pero sobre todo intento que en un futuro no me traigan a cenar a un yerno del Atleti. Con mano izquierda trato de inculcarles ciertos valores, poco a poco, sin que se note. Por eso entre las plastilinas, disfraces, puzles y cuentos colé en su carta a los Reyes unas preciosas equipaciones blancas con el 10 y su radiante nombre en el dorsal de Modric. Esperaba gritos de ilusión, la emoción de vestir la piel de los superhéroes. Pero las camisetas fueron relegadas a un tercer o cuarto plano en favor de la torre de control de Patrulla Canina, la autocaravana de Peppa Pig o incluso el DVD de Magical Mistery Tour (esto es una estrategia ridícula para evitar el reggaeton en su Spotify futuro, pero eso es otra batalla).
Como sigo la doctrina de la psicología inversa no le di mucha importancia a su desprecio por el club del que son socias. Doblé cuidadosamente sus mangas junto con los pantaloncitos a juego y las guardé en un cajón. Ya lo valorarán ya… rumiaba cual Gargamel preparando una trampa para pitufos. Incluso jugué entusiasmado con ellas a montar la granja de Playmobil. Mientras peinaba tranquilamente a la Nancy surfista pensaba en que habían programado el partido contra el Alcoyano en la noche de Reyes a las 21.30 de la noche. ¿Qué hace falta en este mundo para que monten la Superliga? ¡No ven lo que están haciendo con la infancia!
A nadie le cabe duda ya de mi preocupante decadencia intelectual. Estoy bromeando. Tranquilos, que no pasaría nada si mis hijas crecen sin conocer la alineación de la Séptima. Qué tontería. A veces la mayor dibuja un escudo y se me caen las lágrimas, pero no es todos los días. De hecho, incluso soportaría que con 15 me pidieran las entradas del ganador de OT 2032. Y con lo del yerno del Atleti… nada, una licencia literaria. Insisto queridas hijas, no pasa nada. Todo bien. (El año que viene con el 8 y el siguiente el 14).