Diferentes planes, misma obsesión

El domingo se enfrentan dos entrenadores voraces y con un currículum fantástico, pero con dos formas absolutamente diferentes de ejercer su profesión. Salvo que ambos gustan de dirigir los partidos luciendo impecables en traje, sus libretos son muy distintos. Ancelotti vive una segunda oportunidad que seguramente no esperaba, dejando la sensación de tenerlo todo controlado. Pertenece a la estirpe de entrenadores que mejor le ha ido históricamente al Madrid: mesurado en las formas, paternalista con la plantilla y poniendo siempre el foco en sus jugadores.

El Cholo es volcánico. Siente que necesita llevar a sus chicos al límite para sacar el mayor rendimiento. Cuando está contento se le nota y cuando está fastidiado no es capaz de disimularlo. Para Simeone no existen los grises. Carletto entiende que hacer la vista gorda con algún futbolista abandonado es la mejor forma de mantener las aguas calmadas en el vestuario y en la institución. Mientras que el italiano ha finiquitado de un plumazo la milonga de las rotaciones y busca el mejor sistema para que los Modric, Kroos y compañía tengan el menor desgaste posible, Simeone no termina de dar con la tecla para sacarle el máximo provecho a la gran cantidad de recursos que maneja.

Desde fuera da la sensación de que el Cholo se ve forzado a jugar de una manera que no le convence, mientras que Ancelotti ha juntado al equipo atrás esperando a que la calidad de sus medios y la velocidad de Vinicius le ganen los partidos. Y el guion le está saliendo perfecto. El Madrid parte con la ventaja de que una derrota en el derbi no sería un drama, al Atlético solo le vale ganar si no quiere descolgarse. A Simeone, que a veces le cuesta ser valiente, no le queda otra que tirarse a la yugular del eterno rival. Y al otro lado de la trinchera estará Ancelotti esperando con la ceja alta y las pulsaciones bajas.