Isco y Ancelotti: dos no discuten si uno no quiere

Estamos asistiendo al ocaso del mediapunta. Según se aproxima cada Mundial llega una moda. Es inevitable. Y para Qatar 2022 parece que es el 4-3-3, un dibujo que hace pequeños a grandes jugadores. En este grupo coloco a Isco, que en 2012, no hace tanto, fue 'Golden Boy'. No voy a discutir el talento de Isco, ni tampoco a los que piensan que sus problemas son casi todos de cuello para arriba. Pero creo, sinceramente, que lo que más le ha perjudicado ha sido el avance del 4-3-3 con la presión alta frente al 4-4-2 más flexible, una fórmula en la que brillaban más y mejor los dueños del último pase, los que no ganan Balones de Oro, pero los fabrican. Basta con recordar a jugadores como Xavi, Iniesta o Silva para hacerse con la idea.

Pero ese tiempo pasó, como antes pasaron la WM de Brasil en 1950 o el tiqui-taca de España en 2010. El fútbol evoluciona, y los jugadores deben hacerlo también. Hay ahora magníficos centrocampistas que se han reconvertido para encajar en el 4-3-3 de presión alta. La España de Luis Enrique es el paradigma. Hemos visto como Soler, Fornals e incluso Pedri han sabido mutar. Quizás Pedri un poco menos. Sigue más al toque que a lo demás. La prueba es que en la pasada Eurocopa ni marcó ni dio un pase de gol. Pero es verdad que tuvo presencia y movió al equipo. Se ve que está evolucionando. Pero en todo caso, tanto él como los otros han entendido el mensaje: salvo que seas Benzema, que mediapuntea lo mismo que golea, un equipo ya no tolera creadores que no replieguen, que no apoyen, que no ayuden en el dos contra uno. Al mediapunta clásico, al que en Italia llaman 'fantasista', se le acabó el perfume.

El episodio de Granada resume muy bien la situación de Isco. Ancelotti se ha decidido por el 4-3-3. Cuando llegaron los cambios miró a la banda y vio calentando a Isco, Camavinga y Jovic. En principio se decidió por Jovic y Camavinga, porque el uno golea (o eso quisiera) y el otro repliega. Isco, que no hace plenamente ni una cosa ni la otra, se quedó en tío páseme usted el río. No hubiera sido así con un 4-4-2. Por eso Ancelotti, que en esencia es experiencia, se percató del barullo y lo resolvió como Salomón. Carletto sabe que a cualquier jugador del Real Madrid el buen fútbol se le supone. Por lo tanto, a partir de ahí, lo importante es no discutir.