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Kroos, yo me equivoqué contigo

Antes de que nadie con hemeroteca me lo recuerde, lo confieso yo. En la primavera de 2019, cuando Solari fue destituido tras tres derrotas seguidas en el Bernabéu pese a haber demostrado personalidad y visión profética en algunas decisiones drásticas, yo fui uno de los que puso el dedo en la llaga sobre la responsabilidad de lo ocurrido en algunos jugadores. Y señalé a Kroos. No me escondo. Su actitud pasiva en el 0-1 del Ajax en la noche de la dramática eliminación en Champions (1-4) me hizo perder la fe en el metrónomo alemán. Vaya ojo clínico que tuve. Mal por mi parte. Fui muy injusto.

Han pasado casi tres cursos desde aquello y tengo que decir que el jugón germano-oriental (Kroos nació en Greifswald, ciudad situada en el lado prosoviético del Muro de Berlín antes de su caída) no solo nos ha retratado a los que dudamos de él, sino que está demostrando un compromiso con el club y con la camiseta que nos tiene admirados. Con solo 31 años, una edad joven hoy día para un futbolista de elite, ha renunciado a su glorificada selección con tal de mejorar sus números y sus prestaciones en el Bernabéu. Ese patriotismo madridista habla muy bien de él. No hace falta nacer en el Paseo de La Castellana para tener un sentimiento blanco puro y honesto.

Por eso, la afición está encantada con Kroos, que sigue la brillante estela alemana de los años 70 con Netzer, Breitner y, sobre todo, Uli Stielike, uno de los grandes héroes vikingos de mi adolescencia. Schuster también fue un gran referente alemán en el año del récord de goles de La Quinta del Buitre (107 en la temporada 1989-90). Toni forma parte de esa Santísima Trinidad que completa con Casemiro y Modric. Ojalá fueran eternos. Nunca habrá otros tres como ellos.