¿Para qué sirve un derbi?

Esta esperanza absurda que ahora siento, querido lector, con hora de caducidad, las 9 de la noche, sin estadísticas ni lógica que la sustenten (el Espanyol ha ganado 3 veces en los últimos 50 años en Can Barça, nueve desde 1929 en Liga), me acompañará sin embargo toda la vida. Es inútil, pero justifica el amor al fútbol. Hasta que comience el derbi, todo es posible.

No es el mejor día para volver al Camp Nou, o lo que queda de aquel estadio moderno que fue, el día que suenan las trompetas del Paraíso del toque y los valores, la jornada en que la euforia por la llegada del Mesías Xavi se desborda, la hégira del profeta, aunque Míster Hernández sería entonces el profeta del profeta (del gol), que así llamaban a Johan Cruyff. O el profeta del profeta del profeta, si contamos a Guardiola, que palmó su primer derbi de Liga en el Camp Nou con dos chicharros calvos de De la Peña.

Raúl Tamudo el día del ‘Tamudazo’.

Mal día para dejar de fumar y ganar fuera por primera vez en la Liga, pericos. Ni arma de doble filo ni leches. Demasiado tiempo desde la última jornada para pensar en el partido con esto de la fecha FIFA. Demasiados elogios a Raúl de Tomás (¿o eran a Luis Enrique por seleccionarlo de rebote?). Demasiado juntos en la tabla, empatados a puntos. Demasiado a huevo.

Y, sin embargo, estos días de pax layetana me han iluminado. Nos quedamos sin derbi (5 veces sucedió y aquí seguimos) y no pasó nada. Y me he dado cuenta de que ya no necesitamos este chute, tan frustrante casi siempre: seguiré queriendo que palmen hasta en el Gamper, pero este hormigueo convertido en padecimiento en cuanto comience el partido no es necesario. Al mal tiempo, buena cara, solo veré lo positivo. Dientes, dientes, que decía Elena, a la posesión interminable, al arbitraje hogareño, a la grada hostil y al resultado final. Que rabien los otros. Como el cine, que según Fellini no sirve para nada, pero nos distrae: perder contra el Barça no nos va a traer más problemas de los que ya tenemos. El derbi de Barcelona, al fin, es como un aperitivo, como una comedia romántica, como este articulillo. No sirve para nada, pero mi loca ilusión busca la belleza de las cosas inútiles que a veces mueven el mundo.