Panadería Pulido-Real Sociedad en la Copa

El sorteo de Copa de ayer nos dejó emparejamientos de diez equipos de Primera (entraron todos ya en el bombo salvo los que juegan la Supercopa, Atlético, Barça, Madrid y Athletic) con otros tantos de regional, cuyos nombres no siempre nos permiten deducir a qué zona de España corresponden. Otros primeras se enfrentan a equipos de la Segunda RFEF, surgida, como la Primera RFEF, de una reestructuración de la vieja Segunda B. Todos los modestos que han entrado en el bombo lo han hecho tras pasar eliminatorias previas, o por puesto en la Copa Federación o, en dos casos, por buena clasificación el año anterior.

Es un sistema lioso de explicar pero justo y que sirve para llevar la ilusión de la Copa hasta profundidades nunca antes exploradas en España. Aunque sí en otros sitios. En Francia intervienen cantidad de equipos amateurs, muchos de ultramar, y es un clásico comentar las sorpresas de cada año. En Inglaterra todo el que quiera puede federar un equipo y entrar en la Copa, hasta donde llegue. Hay una muy divertida novela (Cómo llegamos a la final de Wembley, de J. L. Carr), que fabula la hazaña de un equipo amateur que tras batir a todo el contorno llega a la final ganando en su pueblo de 547 vecinos al United, al Liverpool y al Arsenal.

Hoy destaca en nuestras teles, radios y periódicos un grupo de clubes humildes emparejados con grandes de nuestro fútbol. Panadería Pulido San Mateo-Real Sociedad es el ejemplo más extremo. Llegados ahí por méritos adquiridos, hoy viven un día de gloria y muy pronto una taquilla y un ingreso extra por televisión. Me apena pensar que muchos renunciarán a su campo, sin iluminación ni apenas gradas, para jugar en otro próximo, de mejores condiciones. Y no creo que ninguno de ellos llegue tan lejos como el pretendido finalista de Carr, pero todos sueñan con pasar esta ronda. Y si no lo hicieren, al menos habrán escrito la mejor página de su historia.