El Madrid se abona a la inquietud
Los tres últimos partidos del Real Madrid han terminado con las mismas cifras en el marcador (2-1) y la inquietud de sus aficionados, que no acaban de acostumbrarse a la rutina de su equipo. Marca pronto, ofrece señales de vitalidad y no abre una brecha de seguridad. Se expone al sufrimiento y los rivales lo advierten. Primero fue el Elche, con un jugador menos en el campo, después el Shakhtar Donetsk y por último el Rayo Vallecano, equipos que están en una órbita muy diferente a la suya. Se repite una trama inconveniente para el Madrid. Le funcionan los resultados, pero no transmite la autoridad que se espera.
Sin grandes novedades en la alineación (la lesión de Rodrygo significó el ingreso de Asensio), a Camavinga le tocó responder en el lugar de Modric, dosificado con toda la razón del mundo. Es indiscutible, pero la densidad del calendario juega contra su edad y rendimiento físico. A Modric habría que criogenizarlo. Cada vez que no juega se le echa de menos, y eso ocurre desde hace muchos años. Es la patente de los jugadorazos de época. Su recambio es complicadísimo y sus sucesores se empequeñecen por comparación.
Camavinga no estuvo bien, ni mal, lo que en definitiva es una deficiente nota para él. Se ocupó del carril interior derecho, con un ojo en las ayudas a Carvajal y en la detención de Fran García, el expansivo lateral izquierdo del Rayo. Es el ventilador del equipo. El cuerpo le pide acción y correr. Camavinga cumplió con el papel defensivo. En el ofensivo fue un concursante menor. Tuvo más detalles que influencia. Quizá porque se le ha reprochado una tendencia a la dispersión, pretendió destacar por su disciplina.
Camavinga no terminó de mezclar con Casemiro y Kroos. Está en periodo de ajuste, y se le nota. En cualquier caso, el medio campo del Madrid ofreció señales irregulares. A excelentes momentos de Kroos, sucedieron fases de descontrol general. El Rayo permitió un tipo de partido que equipos del mismo rango no permiten. Ni se encerró, ni se asustó. Preservó la idea que le caracteriza con Iraola al frente: dinamismo, esfuerzo defensivo en todo el campo y una confianza elogiable en sus posibilidades. Está claro que con Falcao en el campo esa confianza se multiplica.
El Madrid contó con las oportunidades necesarias para evitarse las incomodidades finales. No llegaron por aplastamiento. El Rayo pocas veces entró en crisis. El primer gol definió lo mejor del Madrid y también sus preferencias. Fue una gran jugada, elaborada en la parte defensiva con criterio, hasta que apareció la posibilidad de perforar el apunte de desorden que mostraba el Rayo. Carvajal, Kroos y la mecha se prendió. Cuando llegó la pelota a Asensio, el gol empezaba a cantarse. Recortó, miró y pasó el balón a Kroos, impecable en su remate.
La belleza del gol no invitó a un ataque sin tregua. En la misma línea que en los partidos con el Elche y el Shakhtar, el Real Madrid se agrupó y esperó los espacios que le abriría el Rayo. Se abrieron y proporcionaron las ocasiones del Madrid al área, más por calidad individual que por rigor colectivo. Lo confirmó el segundo gol: un centro raso y endiablado de Alaba desde los tres cuartos, con una trayectoria perfecta para Benzema y letal para los centrales. Es decir, una maravilla sin apenas conexión con el discurrir del juego.
El gol de Falcao explicó la importancia del colombiano, que se hace temer en el área, no importa la edad que tenga. Los centrales del Madrid comenzaron a apurarse y a continuación el resto del equipo. Como es el tercer partido consecutivo que se cierra igual, la hinchada protestó. No quiere líos innecesarios y le molesta que el equipo se empeñe en provocarlos.