Lo primero es dejar de llegar tarde y mal
Uno de los grandes problemas del Barcelona en la sucesión de crisis que ha sufrido ha sido la pésima gestión del tiempo, algo que empeora cualquier problema. El Barça ha llegado tarde y mal a todos los fregaos en los que se ha metido. Lo de tarde parece ser ya marca de la casa. Es un equipo que trasnocha. La presentación de los avales se solventó a las dos de la madrugada, la asamblea se tuvo que suspender porque se pasaba de la hora, Griezmann se fue pasado el límite, Luuk de Jong llegó aún más tarde y para mantener la tradición, Koeman fue despedido al filo de la medianoche. El retraso no sólo es cronológico, también se ha actuado tarde en la toma de decisiones. Koeman ya estaba sentenciado en junio y sus últimos cinco meses han sido una agonía. El presidente le denostaba por la mañana y le ratificaba por la tarde, quién sabe si por cuestiones económicas, de calendario, de falta de candidatos o por el respeto que se merecía el holandés. Puede que fuera un poco de todo, pero ni la suma de esos factores se veían reflejados en el campo, donde el equipo se ha ido cayendo en barrena.
Obviamente, no toda la culpa es del técnico, pero la situación ya era insostenible. A base de retrasar decisiones y de llegar tarde a todas partes, el Barça corría el riesgo de perder el tren más importante de todos, el de la Champions, la actual y la futura. Y no hablamos sólo de prestigio deportivo, hablamos de solvencia económica: una eliminación en la fase de grupos descalabraría el presupuesto actual, la no clasificación de cara a la próxima edición arruinaría el proyecto económico de un club que ya está muy malito. Nada aportará ahora recordar la reticencia de Laporta a la contratación de Xavi, emblema de la candidatura de Víctor Font, ni que para este viaje no hacían falta alforjas. Lo que toca es dejar de llegar tarde y mal a todo y poner el reloj en hora de una vez.