Vinicius reinó en el Clásico de la nueva normalidad
El Clásico de la nueva normalidad (a partir de ahora lo normal será no tener ni a Cristiano ni a Messi) se lo llevó el Madrid porque está más hecho y porque tiene a Vinicius. Ancelotti repitió alineación y planteamiento de su visita al Shakhtar: esperó en su campo para aclarar el campo rival y soltar allí a Vinicius con sus correrías. Todos en su sitio, todos para todos. En el Barça se ve todavía una búsqueda. Van reapareciendo los lesionados, o apareciendo jugadores nuevos, pero aún no está armonizado el equipo. Volvió Coutinho, vuelve el Kun, volverá Dembélé, volverá Pedri… Veremos si poco a poco Koeman va resolviendo sus dudas, que las tiene.
No acertó colocando a Ansu Fati por dentro en la primera parte, quizá para evitarle carreras, pues aún lleva poca actividad. Y tampoco dejando a Mingueza frente a Vinicius, que le destrozó. Al insistente pero ineficaz acarreo de balones del Barça hacia arriba se oponían los retornos vertiginosos de Vinicius, que alborotaban la defensa, fácil de descuajeringar, por otra parte. Se vio en los dos goles del Madrid, sobre todo en el primero, nacido en un corte de Alaba que, arrastrado por su alma de lateral, se desenganchó y llegó al área sin vigilancia, con la defensa desparramada por la velocidad de la jugada Vinicius-Rodrygo y el sabio cruce de Benzema.
Tampoco justifica Frenkie de Jong la confianza que Koeman le entrega. Juega bien a ratos, aparece en el área en algunos partidos, pero no se le ve la pieza sobre la que se pueda construir un equipo. Esta vez, encima, le falló otro de sus pilares, Memphis, que sobre hacer poco en ataque se desentendió de Alaba en la jugada del primer gol. En el Madrid todo está claro: los titulares, el modelo, los sustitutos para cada puesto, hasta la secuencia de cambios. No sé hasta dónde llegará este Madrid, pero Ancelotti tiene la tarea hecha. No puede decir lo mismo Koeman, al que el lento goteo del regreso de lesionados no le permite definir su equipo.