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Campeones en el Campoamor

Los Premios Princesa de Asturias regresaron al Teatro Campoamor después de un año de ausencia. Del coche de Carlos Sainz a la silla de ruedas de Teresa Perales. El deporte, como en cada edición, y ya van 41, también paseó sus valores con una galardonada a la altura del escenario y de la ocasión. Perales aúna el ejemplo de cada deportista, olímpico o paralímpico, siempre obligados a superarse, a no decaer, a competir. También el ejemplo de una mujer luchadora. Y, por supuesto, el de una persona con discapacidad que no se rinde ante los duros golpes de la vida, que convierte el infortunio en un mensaje de esperanza “hacia la igualdad de todas las personas”. En eso basó su discurso, íntimo y directo. En aquella joven de 19 años que no cedió ante la adversidad inesperada, que no sucumbió ante el “pobrecita niña” de su vecina y de tantas personas de su entorno, que sorteó los obstáculos y siguió creciendo por un camino diferente al previsto, hasta erigirse en una de las grandes del deporte español: 27 medallas en Juegos Paralímpicos. Campeona en la natación y en la vida.

El modelo de Teresa no sólo sirve para el deporte. Es un referente para el día a día, para superar cada bache del trayecto, a veces muy hondos. A ello colaboran, en sus distintas disciplinas, todos los premiados que desfilaron por Oviedo. Son, como dijo la princesa Leonor, una “guía imprescindible” para levantar una sociedad mejor. Entre ellos estaba, por ejemplo, el cocinero José Andrés, con su mensaje solidario: “Alimentemos al mundo de esperanza, construyamos mesas más largas”. Que nunca falte un plato de comida. El chef ha donado su premio a La Palma, muy presente en el teatro. Como lo estuvieron los creadores de las vacunas contra el coronavirus, los más ovacionados. Gracias a ellos, otros campeones, el acto regresó al Campoamor. Y la normalidad está un poco más cerca.