Asistimos estos días al desfile, con la lengua fuera por tanto trajín, de Elizegi por diferentes medios de comunicación. Los afines, los combatientes y los neutrales, que también los hay. Un ejercicio higiénico sin tregua que a cualquiera le dejaría para los restos, pero a este hombre tenaz e infatigable hasta con un maratón de ida y otro de vuelta, nada le perturba el paso. A todo responde, con educación, paciencia y bondad franciscana. Hasta destina parte de su tiempo a aclarar si cree que se burlan de él o nota un tono despectivo cuando le llaman 'el cocinero bilbaíno'. Todo por la patria. La rojiblanca, claro. Pero, pese a tan noble empeño, no hay más que pulsar la opinión de la calle para comprobar que no acaba de enganchar mayoritariamente a la afición, que si dice blanco, molesta, pero si se inclina por el negro, aún más. Igual por ahí debería empezar la reconquista de la masa social: por no moverse nunca del primer color.
Porque cuanta más exposición pública, más opción de cometer algún desliz. Ojo con la tournée mediática que la carga el diablo. A no ser que tome el camino de su antecesor: enrocarse en un mensaje de granito. El discurso de la directiva ha quedado en evidencia, ha mostrado serias grietas solo con pulsar la opinión de dos de sus figuras principales, la del presidente y el contador. Un día hay que poner 'apellido' a San Mamés y otro, no. O se pueden llegar a plantear ventas de jugadores, pero tajantemente luego se descarta. Y hasta al hilo de la cuota de 120 euros en una misma frase se puede construir el "no pedimos más esfuerzos, ya se hicieron en 2020, pero teníamos que afrontar el 2022 y valoramos este esfuerzo". Luego descubrimos, aunque algo flotaba en el ambiente, que la ficha de Williams ha roto el techo lógico en la caseta del Athletic, pero más adelante se le saca a hombros con la verborrea porque rechazó irse al Liverpool. De lo de la cantera global ahora sí, ahora no, como margarita deshojada, ya mejor ni hablar. Echando al vuelo la imaginación es como si uno entra en la 'cocina' de Elizegi y se encuentra recetas de una tasca grasienta con otras de un templo tres estrellas Michelin. Luego resulta que el rechazo al fondo 'tramposo' CVC, actitud elogiada unánimemente por la masa social, está pasando desapercibido en este esprint por radios, teles y periódicos. Eso sí puede abrazar al dirigente con la grada. Pero nada, no se detiene mucho en ello. Otro error estratégico.
El 'no es no' prevalece como cantinela habitual de muchos socios que ni escuchan al máximo responsable de un club al que tanto dicen amar. Si por este fuera, se instauraría la máxima de 'un socio, un voto', pero sólo por insinuarlo, los compromisarios, ese reino del poder repartido entre unos pocos, se lo comerían con patatas. Hay 1.200 compromisarios en esta ocasión, que representan a 43.169 aficionados. Elizegi ve tan claro que le tienen ganas que hasta cuela astutamente un punto de cara a la galería sobre la posible aprobación de la gestión de la directiva, con la esperanza de que los socios vuelquen ahí su ira y queden satisfechos para otros capítulos no tan 'cosméticos'.
Mientras, los rivales van movilizándose para hacer frente a esta gestión. Uno se pregunta: ¿por qué Elizegi no acaba de caer bien? ¿tan malo ha sido su gobierno económico y deportivo? ¿nadie repara en una pandemia que hasta a las grandes firmas mundiales ha zarandeado? ¿tanto agota su discurso? Y la conclusión sale de forma inmediata: sentarse en la poltrona de Ibaigane siembra enormes envidias y cansa tanto que no hay ser humano que vaya a aguantar más de un año sin ser quemado en plaza pública. ¿Imaginan que este presidente pega el petardazo de Laporta de montar una Asamblea inconclusa porque le pilla el toro de un partido de Liga? Lo arrojan a la Ría, ahí, al lado de esa cabeza que se asoma y sumerge a diario cerca de la pasarela Zubizuri. Macua no fue un mal gestor, tal vez se creó una coraza de soberbia en el tramo final de su legislatura, pero sorprendió que fuera tan pisoteado. De Urrutia todos pensamos que derivó hacia una figura recelosa, alejada de la realidad y voladora por espacios desconocidos en el universo 'urrutiano'. Eso le pudo condenar a él y a su posible sucesor, aunque la regencia fue magnífica. Tal vez la victoria por 85 votos es lo que ha hecho preso de la eterna desconfianza a Elizegi. Pero ¿tiene él culpa de eso? ¿o cargan con ella los rivales por no haber derrotado a una figura que parecía tan asequible?