Una reflexión sobre la campaña de Benzema
La elección del Balón de Oro provoca cada año multitud de juicios y discrepancias, convirtiéndose en un espectáculo en el que cada uno tiene su vara de medir. Indudablemente, cuando los criterios de votación no están lo suficientemente claros, el punto de vista personal y la cercanía o distancia con los candidatos se convierten en elementos clave de la elección. La posibilidad de que lo gane Benzema, alentada con todo derecho por su club, ha levantado un vendaval de críticas e indignación, como si se tratara de un jugador menor que no estuviera a la altura de otros aspirantes. Si Karim gana, ya se han pronunciado las palabras más gruesas para desacreditar el premio: vergüenza, confabulación, bochorno, compadreo...
Se ha desatado una ola de cólera mucho mayor que si se hubiera propuesto a un desconocido de una liga menor. En ese caso se hubiera hablado de broma o cachondeo, pero la inquina con la que se ha reaccionado a la nominación del francés demuestra que ésta va en serio y tiene posibilidades de triunfar. Por encima de filias y fobias, es innegable que Benzema ha dado los últimos años un salto en su carrera, añadiendo a su exquisita calidad un liderazgo que antes no mostraba y rematando el pastel con una gran capacidad goleadora. Esa ha sido la verdadera campaña a su favor, la que se ha hecho él mismo, lo demás es ruido.