¿Y si quebrase el Barça?
Solo los socios de cuatro equipos de fútbol españoles (FC Barcelona, Real Madrid, Athletic de Bilbao y Osasuna) pueden vivir la experiencia de una asamblea de socios. Esto es así porque, salvo esas excepciones, en 1992 los equipos de la liga española se vieron obligados a convertirse en sociedades anónimas deportivas (SAD). Además, este domingo 17 de octubre el FC Barcelona celebra una asamblea de socios que puede ser trascendental para su historia.
El club blaugrana vive una situación económica muy complicada, pero no irreversible. El club ya estuvo con un patrimonio negativo en las temporadas de 2003 a 2006 y de 2010 a 2012. Además, no se le conocen impagos como declara La Liga y ha logrado obtener financiación en unas condiciones competitivas.
¿Pero qué ocurriría si quebrara el Barça? En ese caso, saldría a la venta para pagar a aquellos acreedores con los que mantuviera impagos. El equipo pasaría a tener accionistas y se convertiría, como el grueso de los clubes españoles, en una sociedad anónima deportiva (SAD).
¿Qué le podría suponer ser una SAD?
Primero, los aficionados no tendrían la capacidad de elegir a los gestores del club. A pesar de las protestas de los aficionados contra la gestión de Peter Lim en Valencia o de Raúl Martín Presa en el Rayo Vallecano, no pueden hacer nada para cambiarlos. Con una SAD los aficionados pasan de propietarios a clientes y la gestión se vuelve más ineficiente. En un estudio que realizamos a mediados de 2017 encontramos que los equipos con una propiedad concentrada y foránea están peor gestionados.
Segundo, los socios pasarían a tener que pagar más para poder ver los partidos del Barcelona. En un estudio al respecto, detectamos que existía una clara relación entre la propiedad de los equipos y el precio de los abonos (ajustando a la calidad de los equipos y de las ligas en las que la participan). Aquellos equipos con una propiedad muy dispersa, como los clubes que no son SAD, cuentan con abonos más baratos. La razón es que, en ese caso, los dirigentes de los clubes tienen incentivos para tratar de minimizar los costes porque sus clientes son a su vez los propietarios.
Tercero, existirá menos transparencia en la gestión. Una amplia base de propietarios obliga a los gestores a mantener canales de comunicación continua y a tener que justificar sus decisiones. Esa transparencia permite detectar de manera más eficaz gestiones erróneas o dificultades económicas. De esto no solo se benefician los aficionados sino también otros interesados, como las administraciones públicas y los acreedores. Por ejemplo, gran parte de la información disponible públicamente del acuerdo entre CVC y La Liga fue gracias a la presentación realizada por el único equipo adherido que no era SAD: el Osasuna.
El destino en manos de extraños
Cuarto, el Barça ya no perseguiría objetivos propios sino los de sus dueños. Cuando un equipo está controlado por los aficionados, los objetivos son claros: éxitos deportivos manteniendo una tradición histórica. Cuando pertenece a un individuo se deshará de él cuando ya no sirva a sus propósitos, como hizo Silvio Berlusconi cuando vendió el AC Milan a unos inversores chinos (iniciando así un largo periodo de inestabilidad), o cuando ya no se lo pueda permitir, como le ocurrió al millonario franco israelí Alexandre Gaydamak, aventura que terminó con la quiebra del Portsmouth FC.
Quinto, la búsqueda de altos beneficios puede hacer que los nuevos dueños asuman una alta deuda que pueda hacer peligrar la sostenibilidad del equipo. Cuando inversores americanos compraron el Manchester United y el Liverpool incrementaron enormemente la deuda de ambos clubes. Si la inversión sale bien la rentabilidad es enorme porque se han aportado escasos recursos propios. Pero si sale mal desaparecería un enorme patrimonio inmaterial construido por el apoyo incondicional de diferentes generaciones de aficionados. Mientras que en esta asamblea del FC Barcelona se debatirá sobre cómo evitar que la deuda pueda acabar con el club, en otros equipos la deuda no es más que un elemento de riesgo para lograr una mayor rentabilidad.
La pérdida de identidad
Sexto, la SAD podría hacer perder al Barça sus señas de identidad como club. Por ejemplo, un nuevo dueño podría optar por desentenderse de las secciones deportivas no profesionales, como el atletismo o el rugby, por suponer un gasto que no aporta rentabilidad ni visibilidad.
Y, para terminar, unos nuevos dueños podrían incluso decidir cambiar de sede el equipo. En Estados Unidos es habitual que los dueños cambien la sede de los equipos. También usan esa amenaza para presionar a los ayuntamientos y gobiernos regionales para que les subsidien la construcción de estadios. Por el contrario, el FC Barcelona y su estadio atraen a miles de turistas sin que suponga ningún coste para las administraciones públicas. Puede parecer algo extraño en Europa, pero ya ha ocurrido en varias ocasiones. En Inglaterra, los dueños del Wimbledon decidieron trasladarlo a Milton Keynes en 2002. En España, el antiguo Ciudad de Murcia se transformó en Granada 74 cuando su dueño decidió en 2007 trasladarlo a 270 kilómetros de su sede original.
Luis Carlos Sánchez es profesor de Economía, Universidad de Oviedo. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.