La maravillosa vida de E. T.
Pau Gasol podría haber elegido cualquier día dentro de los dos años de calvario que pasó por su lesión en el pie izquierdo, por esa maldita fractura del escafoides tarsiano que emborronó sus últimas temporadas en la NBA, para haber anunciado su retirada del baloncesto profesional. Podría haber dicho “basta, hasta aquí hemos llegado, mi físico no da para más”, y haber puesto el cierre a su honorable carrera. Al borde de alcanzar los 40 como estaba entonces, nadie podría haberle recriminado nada. Pero Pau no lo hizo. Gasol continuó trabajando en silencio, recuperándose de sus males. Dolía más el alma, y hasta el orgullo, que cualquier cojera. No quería un adiós por la puerta de atrás, quería elegir el día, el lugar y hasta la compañía de su despedida. Quería, exactamente, la fotografía de este martes, 5 de octubre de 2021, en el Liceu de Barcelona.
Para llegar a eso tenía que volver a competir, tenía que volver a sentirse jugador de baloncesto, tenía que rescatar la leyenda dentro de una cancha. Pau regresó este año con su Barça, con el equipo de sus primeros éxitos, el club que le catapultó a las Américas para codearse con las estrellas, para sumar dos anillos con los Lakers, para darse el gustazo de un salto inicial con su hermano Marc en un All-Star… Y en ese regreso a los orígenes ganó la Liga ACB. Y acarició una Euroliga, que se escapó en la final. Y volvió a la Selección, a esa familia que había liderado tantas veces para conquistar un Mundial, para dominar Europa, para desafiar a Estados Unidos por el oro olímpico… No pudo cumplir el sueño de cerrar su gloriosa andadura con una medalla en Tokio, en sus quintos Juegos, porque los sueños propios a veces chocan con los sueños de los rivales. Pero sí cumplió la meta de sentirse competitivo y útil, de encadenar minutos de calidad, de hacer grupo con sus compañeros… De retirarse sobre una pista de baloncesto. Cuándo, dónde y cómo él quiso.
Pau Gasol ha dicho adiós rodeado de gente querida. Con él se marcha un jugador único, uno de los referentes históricos del deporte español, un mito a la altura de Severiano Ballesteros, de Miguel Indurain o de su amigo Rafa Nadal. Otro genio irrepetible que nos ha demostrado que “la vida puede ser maravillosa”, como hubiera dicho su admirado Andrés Montes, el mismo que le puso el apodo de E.T... Y también que somos los dueños de nuestras propias vidas.