Andrés Montes entra en el Hall of Fame y Antoni Daimiel, con el que formó una pareja inolvidable en la narración deportiva, recuerda su figura.
Cuando no había ni emails, la gente nos mandaba cartas. Y recuerdo que un chico que veía los partidos de la NBA en directo nos escribió sorprendido. Una noche, su madre se despertó a las cuatro de la mañana y sintió curiosidad por la retransmisión. Oyó a Montes y se sentó un rato a ver qué era eso, por qué decía ese señor esas cosas. Y se quedó hasta el final del partido. Ese es el ejemplo ideal de lo que buscaba Andrés con su estilo”. Antoni Daimiel, compañero inseparable de Andrés Montes durante más de una década, recuerda así esa forma de narrar que trascendió a los nichos de la NBA, del baloncesto y del deporte estadounidense, y elevó a Andrés Montes como personalidad capital. Por eso ahora forma parte de la primera promoción del Hall of Fame del baloncesto español, que se celebrará el próximo 21 de octubre en el Estadio de la Cartuja (Sevilla).
“Mi sensación es que Andrés pertenece al Hall of Fame”, reflexiona Daimiel. “Por lo diferente, porque fue alguien que se hizo notar mucho… Fue importante para captar a mucha gente. Además, él estuvo en momentos muy grandes. Retransmitió el Mundial 2006, así que todos vivimos el primer Mundial que ganó España con su voz. Y creo también que a él le encantaría. Le gustaba mucho cuando se le reconocía, aunque quería ser siempre políticamente incorrecto, alternativo…”. Inolvidable, Montes ingresa en el Hall of Fame doce años después de su fallecimiento, el 16 de octubre de 2009, a los 53 años. Murió en la Calle Espronceda, en su casa del barrio de Chamberí. Cerca de la Calle Hortaleza, de los rincones de Chueca en los que se había criado, madrileño hijo de un empresario vigués, Antonio Montés Seoane, y una pianista cubana, Zenaida González Manfugás.
Particular, hipocondriaco y excéntrico, con una colección de más de 5.000 CDs y siempre con un maletín de piel, su apego a la cultura popular estadounidense le lanzó a su gran oportunidad, después de una larga trayectoria en la radio, cuando Canal+ compró los derechos de la NBA en 1995 y estrenó sus retransmisiones el 1 de diciembre con un duelo entre el campeón, Houston Rockets, y Utah Jazz, el poder emergente en el Oeste. Montes narró ese partido con Santiago Segurola y ya dejó un buen rastro de lo que iba a ser un estilo que cambiaría la forma de entender la narración deportiva en España. Alfredo Relaño, por entonces director de deportes del canal, le felicitó así (lo cuenta Daimiel en su libro, “El sueño de mi desvelo”) después de esa primera experiencia: “Perfecto, magnífica retransmisión; ese es el camino. La única pega es que me ha llamado el director general y me ha dicho que no le ha gustado nada, pero no te preocupes por eso”.
Durante la siguiente década (fichó por La Sexta en 2006), Montes unió su voz y su forma de contar lo que veía para siempre a la NBA. Y la pareja que formó con Daimiel sigue siendo un referente para muchos, una conjunción insuperable con momentos que son historia del periodismo deportivo en España. Con un estilo en el que había mucho corazón… pero también mucha cabeza. “Él decía que vivía de la improvisación, no le gustaba prepararse los motes, por ejemplo. Salían en el momento, narrando, tal y como le venían a la cabeza sin pensar. Tampoco había un guion preestablecido ni órdenes sobre de qué había que hablar en cada momento. Había una base de improvisación, pero su libro de estilo sí era premeditado. Eso que hacía, por ejemplo, de gritar mucho por un triple o lo que fuera y de repente susurrar, eso sí lo hacía a conciencia. O cuando se ponía a hablar de pronto de otra cosa, también era algo que tenía pensado hacer”. Daimiel recuerda así cómo se forjó la química entre ellos, con la complicidad de las retransmisiones nocturnas y el ritmo de los partidos de la NBA: “Nos fuimos dando cuenta de que el estilo que quería plasmar había encontrado la horma ideal en el formato de la NBA, por las licencias que te podías permitir; porque es una competición que se celebra a muchos miles de kilómetros, en la que cada equipo juega 82 partidos… muchas veces ni el resultado del partido que estás narrando es importante”.
Las primeras retransmisiones llegaron cuando todavía no había internet, ni la inmediatez y los medios que vendrían después. Cuando los resultados se consultaban en el teletexto y el background se sacaba de libros, revistas y, una de las fuentes favoritas de Montes, el NBA Register que publicaba Sporting News. Daimiel recuerda cómo fue adaptándose al estilo de un compañero tan diferente (“al principio me preguntaba muchas cosas, incluso íntimas y que no tenían nada que ver con el trabajo, creo que quería conocer a la gente cuanto antes”) y cómo se forjó el estilo que todo el mundo sigue recordando hoy: “Era totalmente rompedor, novedoso. Pero él no lo hacía de una manera frívola, estaba convencido de que en el mundo de la retransmisión deportiva todo salvo el fútbol necesitaba ofrecer reclamos para atraer a cada vez más gente. Toda disciplina estaba necesitada de seguidores. Y él era consciente de que con sus registros llamaba la atención, y podía captar así a más aficionados. También de que podía saturar a otros que a lo mejor eran muy puristas, pero pensaba que una cosa compensaba a la otra, que merecía la pena”.
Solo unos años después, y mientras el segundo threepeat de Michael Jordan terminaba de elevar a la NBA a los altares, el “jugón”, el “bienvenidos al club” o el “ratatata” de Montes formaban parte del vocabulario cotidiano de los españoles. Y los aficionados a la NBA manejaban un diccionario, la jerga que impuso su creador, que acabó dando para enciclopedia. Muchos de sus motes son sencillamente inolvidables:
Adivina quién viene esta noche para Dennis Rodman
Albañilería y fontanería a su servicio para Ron Harper
Alitas de pollo Wright para Lorenzen Wright
Amarrategui Blues para los entrendaores demasiado conservadores, defensivos
American Graffiti para Peja Stojakvoic
Chaqueta Metálica para Chris Mullin
Cárcel de cinco estrellas para el Delta Center, la pista de Utah Jazz
Club del cristal de Bohemia para los jugadores que se lesionaban mucho
Club del se dejaba llevar para los jugadores que bajaban su nivel de esfuerzo y compromiso después de firmar un gran contrato
Ese extraño elemento llamado Horry para Robert Horry
Desde Rusia con amor para Andrei Kirilenko
Estopa Mix para los jugadores y partidos en los que había muchos golpes y batalla física
E.T. para Pau Gasol
La fiebre amarilla para los Lakers
Espartaco para Felipe Reyes
Ganarás el pan con el sudor de tu frente para Malik Rose
Geppetto Brothers para los jugadores con mecánicas feas y malos porcentajes en los tiros libres
Hilo de seda para Allan Houston
In the Ghetto para Gary Payton
In the Navy para David Robinson
María Cristina me quiere gobernar para Glen Rice
Melodía de seducción para Latrell Sprewell
Memorias de África para Dikembe Mutombo
Mister Catering para José Manuel Calderón
La informática a su servicio para John Stockton
Artículo 34, hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero y donde me da la gana para Shaquille O’Neal
Si se hace un test a los aficionados de la NBA en España con esos apodos, la mayoría sacaría un notable alto o un sobresaliente. Están en nuestra memoria colectiva. Y ese es un enorme éxito que reconoce Daimiel: “Sonroja un poco porque yo he sido protagonista de eso, pero la gente recuerda esa etapa. Yo estuve diez años y medio con él. Mucha gente se aficionó entonces a la NBA, y la NBA en España se veía en el Plus, con Montes y Daimiel. Hay una cosa que a mí me parece muy exclusiva de Andrés. Y es paradójico porque él siempre me decía que esta es una profesión muy ingrata en la que subías de golpe pero bajabas de golpe también. Puedes estar firmando autógrafos por la calle y que un año después nadie se acuerde de ti. Me hablaba de Bobby Deglané, me decía que había sido una gran estrella en la radio española pero que nadie sabía ya ni quién era. Cuando dejamos de trabajar juntos y yo dejé de hacer NBA de manera tan regular, me decía que si no salía en la tele, aunque fuera en otros sitios, la gente se iba a olvidar de mí. Pero, curiosamente, él ha protagonizado el efecto contrario, algo que tampoco es fácil de ver. Han pasado doce años de su muerte y la gente se sigue acordando del aniversario de ese día, de su nacimiento, le hacen trending topic en Twitter… él habría alucinado, habría estado muy orgulloso de que su presencia se mantenga tan viva”.