Álex Palou abre otros mundos

Cuando Fernando Alonso anunció en 2017 que renunciaba a competir en Mónaco, nada más y nada menos, para apuntarse a las 500 Millas de Indianápolis, nos enseñó que hay otros mundos prestigiosos en el automovilismo. Y más cuando, dos años después, salió de la Fórmula 1, hastiado por la falta de resultados, para probar su polivalencia en otros campeonatos como la Resistencia y el Dakar. Aquello refrescó al público que los deportes del motor son un universo infinito. Aquí, en España, los aficionados más generalistas, que son más que los aficionados especialistas, se mueven a gusto siguiendo la F1, MotoGP y el Dakar, y si acaso aplauden los triunfos que se suceden en ese vivero llamado trial, donde Toni Bou y Laia Sanz sumaron el último fin de semana sus 29º y 14º títulos mundiales, cifras de vértigo. Pero hay otros planetas, decíamos. Aquel anuncio de Alonso en 2017 sirvió para que Mark Miles, director ejecutivo de la IndyCar, cogiera de la mano a Oriol Serviá y se viniera de gira a Europa para promocionar su competición. Aún recuerdo su visita a la redacción de AS.

Hacía tiempo que Serviá había emigrado a Estados Unidos para explorar otros rugidos. Y se hizo un nombre en la IndyCar, donde se convirtió en un reputado piloto por aquellos lares. Ese mismo ejemplo lo ha seguido Álex Palou, que en 2019 probó en la Super Fórmula Japonesa, en 2020 aterrizó en la Indy, y en el actual 2021, ya con un coche ganador, el Chip Ganassi, está a punto de hacer historia. De hecho, ya la rozó en Indianápolis, donde acabó segundo. Ahora le falta una carrera, el domingo en Long Beach, para coronarse en las IndyCar Series, donde este curso ha sumado tres victorias y lidera la general con holgura, con 35 puntos sobre Patricio O’Ward. Dice Palou que no añora la F1, porque prefiere luchar por ganar que por ser el 10º o el 15º. Lo dicho. Hay otros mundos.