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Despacito y buena letra

Aunque me gusta ir de modernito, en el fondo soy un tipo tradicional que descubrió el porno en formato revista y los domingos leía la segunda lectura del evangelio en misa de doce. No visto pantalones por encima de los tobillos, no me gustan los gin-tonic con cardamomo y no me acerco al microondas mientras recaliento la pasta porque, sospecho, la electrónica es más perjudicial para la salud que el tabaco. Canto en la ducha, me vuelvo loco con los osos de gominola, llamo "el parte" a los informativos y, cuando asoma la Navidad, planto un belén en la cómoda del salón con un niño Jesús al que pinté un número diez a la espalda: supongo que toca reinventarse.

Messi ya no está, de acuerdo. Las navidades ya no volverán a ser lo mismo, como cuando se murió el abuelo o tu primo ingresó en un centro de desintoxicación, pero el mundo sigue girando y la pelota nunca se para: a eso debemos agarrarnos los culés en estos tiempos de zozobra. También a la reaparición de Ansu Fati, un futbolista que reúne todas las cualidades deseadas por cualquier club necesitado de milagros en busca de un nuevo Mesías. Dicho esto, convendría tomárselo con calma y no exigir más de lo que el chico puede dar. A fin de cuentas, ni siquiera el propio Jesús se puso a tirar del carro antes de los treinta así que despacito y buena letra: hacer las cosas bien importa más que hacerlas.

Ganar siempre —y de cualquier manera— no debería ser la prioridad para un club que fundamentó gran parte de su prestigio siendo fiel a una idea de juego. Futbolistas como Ansu, Pedri, Araujo, Dest, Nico, Gavi, Eric Garcia o el sorpresivo Demir, se merecen un tiempo de maduración que jamás será capital perdido. Cuando Patrick Kluivert aterrizó en Barcelona y lo llevaron a visitar el museo, se quedó muy sorprendido al descubrir una única Copa de Europa en sus vitrinas. "Por la fama del club, creí que tendría más", dijo. Y esa el clave de bóveda de todo este tinglado llamado Barça: comprender que las obras de arte no se fabrican en serie, como las fotocopiadoras. ¿Problemas? Que el primero en entenderlo debería ser el entrenador y, al menos por ahora, parece empeñado en vendernos otra lavadora.