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Espadas como labios o la destrucción…

O la destrucción… del Barça. Esta derrota comenzó en Lisboa, aquella larga noche sin fin en la que aquellas espadas como labios (“o la destrucción”, ese hermoso verso de Vicente Aleixandre) que fueron los goles del Bayern puso patas arriba la historia azulgrana, metió al equipo en el túnel de la despedida más grave de su vida y lo dejó tiritando de cara al futuro. El resultado de hoy es un final de partida. Resignarse a ello no es propio del Barça. Veremos.

La prolongación de la desgracia se fue escribiendo desde entonces y estos días previos ni el equipo ni su entrenador tuvieron buenas noticias de su directiva, que se parece a la trifulca perenne que constituyó la égida triste de Bartomeu. Sin ese ánimo, sin una plantilla que recupere la ilusión del ser del Barça, con una afición que ya se ha acostumbrado al sufrimiento que surgió en Lisboa, perder por tres daba igual que si hubiera ganado el Bayern por otra goleada.

Hubo leves esperanzas juveniles en la segunda parte, futbolistas de sangre reciente lucieron una camiseta que los espera en el futuro, hasta el punto que en casa sentí que algo se recomponía. Pero aun en esos momentos en que parecía resucitar un equipo de nombres nuevos la espada alemana entró de nuevo en el marco de un perplejo Ter Stegen.

No hay paliativos, y el equipo está en cuidados paliativos. Sólo se me ocurre decir un tópico mayor, que la esperanza nunca se pierde; en fútbol este lugar común hay que decirlo con argumentos. Estos muchachos que vinieron a sumarse a Pedri y sus colegas más juveniles son el futuro, que puede ser durante algún tiempo una cuesta arriba, pero cuyo objetivo es resucitar la camiseta que amamos y que anoche sufrió lo peor de la derrota, el dolor. No es una epopeya, es un verso que está, de momento, roto por las puntas. Resucitará el Barça.