La Catedral de la comodidad

Estoy convencido de que si la semana próxima se jugara una final de Copa en, pongamos por ejemplo, Almería, y no hubiera limitación de aforo por la dichosa pandemia, irían sobre 40.000 aficionados del Athletic, aunque la mitad no tuvieran entrada. Pero ante el Rayo, en el mismo Bilbao, ni se ha completado el mísero cupo de 15.893 localidades permitido por el Gobierno vasco. Únicamente se han registrado 12.882 solicitudes entre los 43.425 abonados. Y no solo eso, es que entre los agraciados con una preciada entrada, aunque parece que en Bilbao más que preciada es una penitencia, se está dando una renuncia del diez por ciento, cuando en otros sitios se registra un dos por ciento aproximadamente.

La pandemia ha acentuado el cambio de hábitos en la sociedad. Y el deporte ni es ajeno a esa tendencia. Hasta entre aficiones tan fieles como la del Athletic estamos asistiendo a la llegada de una nueva era. La revolución ha llegado y más les vale a los directivos detectarlo. No me valen las movilizaciones históricas en las finales de Copa. Me pesa más estas espantadas ahora que por fin se puede volver al campo. Que si se da el partido en abierto, si es un martes a las 22:00, las trabas para entrar el estadio, la abuela que fuma, la opción de recuperar el dinero de algunos encuentros... todo son excusas. ¡Menos mal que el equipo está invicto y hasta era líder el sábado porque si no igual estábamos en la Catedral solo los jugadores y periodistas!.

Sé que eran otros tiempos, pero cuando éramos críos algunos que ya llevamos unos años en esto, nos metíamos en la General tres horas antes de empezar el partido para coger un buen sitio. Ahora los aficionados van al estadio con el mayor confort que se conoce: entran a los cinco minutos del pitido inicial; si se mojan, se les pone una techumbre extra de 12 millones; se pueden sacar entradas a golpe de clic en un teléfono: ya no se paga por coger un carnet cedido... cada vez más facilidades y más quejas

La afición del Athletic está cambiando: maneja el concepto de lo confortable por encima de la estimulación a los jugadores. Y es misión de la directiva de turno interpretar cómo articular estos comportamientos en el futuro. El maestro de la rectificación Elizegi siempre ha sido tan tiernito con la gente que tal vez no pueda dar un paso hacia atrás para ver el asunto con perspectiva. Quiso poner en marcha una grada de animación y ya ha visto que no es tan fácil. Ojo, también soy de los que piensan que el que paga tiene toda la razón del mundo y decide y marca el devenir del club, pero las nuevas generaciones exigen nuevas respuestas. Ojalá el presidente sepa reconducir las aguas por los viejos cauces.