El orgullo después del orgullo

El Paris Saint-Germain de los cataríes sigue siendo el Paris Saint-Germain de los cataríes. Es la primera conclusión que se puede sacar después del no fichaje de Kylian Mbappé por parte del Madrid. Es decir que el club parisino no se rige por la misma lógica que los demás. La gestión deportiva y la gestión financiera no se pueden comparar con nadie, salvo la del Manchester City que es, también, una entidad deportiva cuya propiedad ostenta un estado del Golfo Pérsico. Cualquiera con dos dedos de frente hubiera aceptado con una sonrisa los 180 millones de euros que el Madrid proponía por un jugador que se quería marchar y que saldrá gratis en menos de un año.

Pero el orgullo de los dueños del PSG pesa muchísimo más que una operación financiera, por muy rentable que sea. Por ello me contaban desde dentro del club blanco hace una semana que había que saber manejar este orgullo en las negociaciones. Se intentó, pero la férrea voluntad de los cataríes de mostrar su poder a su plantilla y al mundo del fútbol ha sido más fuerte. Después de asegurarse la permanencia de Mbappé en la capital francesa, ahora este orgullo se va a trasladar hacia otro objetivo todavía más difícil: hacerle firmar un nuevo contrato al delantero.

Que nadie dude de que los cataríes lo van a intentar de mil maneras y con diversos argumentos (humanos, deportivos, económicos, emocionales…). La presión sobre Kylian va a ser bestial hasta el próximo 1 de enero, fecha a partir de la cual estará autorizado a firmar con el Madrid para incorporarse a la disciplina blanca seis meses más tarde. Su capacidad de aguante será una señal clara de la fuerza de su deseo de llevar la camiseta blanca más prestigiosa del mundo. Pero Mbappé sufrirá. Y mucho. Porque el PSG sigue siendo el PSG.