La gran novela de La Vuelta
Las grandes vueltas son carreras de fondo, casi de supervivencia. En sus orígenes, hace un siglo, incluso una aventura. No tienen mucha relación con las clásicas, el otro soporte del ciclismo, aunque los actores sean coincidentes en algunos casos. En una clásica puedes echar el resto durante todo el recorrido, no tienes por qué guardar nada. En una grande hay que andar siempre con un ojo en el presente y otro en el futuro. La clásica es como un buen reportaje: lo devoras en el momento. La Vuelta a España, el Tour de Francia o el Giro de Italia son una voluminosa novela, que se consume capítulo a capítulo, unos más emocionantes y otros más aburridos. Se saborea página a página, pero lo que cuenta es el desenlace. Los favoritos miran a la coronación del último día, que al final es la suma de cada jornada, de cada pedalada... Al aficionado le gustaría que cada etapa deparara un espectáculo sublime, como ocurre en las clásicas, pero desde el punto de vista del aspirante, no siempre es lo más inteligente para conseguir el objetivo último. Cada uno adapta el relato a sus propios intereses.
La Vuelta 2021 se ha narrado con episodios decepcionantes, como la etapa de Villuercas, que sólo honró su ganador, Romain Bardet. Y con otros más bellos, como la insospechada propuesta de Primoz Roglic en Almáchar. La carrera, pese a todo, emana la sensación de que todavía guarda lo mejor, de que los párrafos más épicos están por redactarse. Eso es, seguramente, lo que piensan sus protagonistas con otro libro, el de ruta, delante de sus ojos: los Lagos de Covadonga, este miércoles; el esperado Gamoniteiro, este jueves; la trampa preparada por Óscar Pereiro en su localidad de Mos, el sábado; y la crono de Santiago de Compostela, el domingo. Aún queda terreno para apuntillar esta gran novela con un final glorioso. Son los ciclistas quienes escriben sus capítulos. Nadie más. De ellos depende.