Koeman es el Santo Job del Barça

Contemplo a Koeman con una mezcla de admiración y lástima. En un Barça enloquecido, él trata de mantener la barra del timón entre mil dificultades. Laporta es un piquito de oro, si le dejas hablar le compras un tranvía, pero trigo da poco. No han salido los que tenían que salir, sólo han venido los que estaban programados desde el curso anterior, Messi ha volado e Ilaix, la última perla de la cantera, está entre quedarse de suplente en el juvenil (en fútbol el ‘bullying’ está miserable y misteriosamente normalizado) o salir al Tottenham, como quiere el club, o al Leipzig, como querrían él y sus agentes. En todo caso, le veo en globo.

Un dolor para Koeman, que subió al chaval la temporada pasada con excelente rendimiento. Ahora el club se queja de que se ha envanecido, que pide mucho. Se dice que 6 netos. Es natural, si mira hacia arriba y ve por ejemplo que Pjanic, al que dejaba en el banquillo, cobra 15. Pero el club ha decidido cortar la fila al llegar justo él, tomarle como ejemplo de la reconversión, y ahora Koeman pide un medio pero no se lo traen, porque traerlo saldría a la larga más caro que mejorar a Ilaix. Y menos seguro. También pide Koeman un delantero centro, porque el afanoso Braithwaite no da. Hace lo que puede, eso no se le niega, pero

A Koeman le ha cargado de autoridad Memphis, por el que tanto porfió el curso pasado, cuando aún le conocíamos por Depay. Su fútbol entusiasta, espectacular y productivo es la única noticia realmente buena para la afición culé, que no cubre las plazas que ofrece el Camp Nou. Y los que van muestran en el 10’ su nostalgia por Messi y luego pitan a Griezmann y a Umtiti. En medio de todo, Koeman sigue escarbando en la cantera y da explicaciones en cada conferencia de prensa con una paciencia digna del Santo Job. Menos mal que está. Cada vez que pienso que Laporta le tuvo semanas con un pie en la calle me pregunto qué sería de este Barça sin él.