Primer paso de Isco, despegue de Vinicius

Si hay algún equipo impredecible en España, es el Levante. El Real Madrid puede dar fe de ello. Cada año comprueba la dificultad de jugar frente a un rival que muda de piel varias veces por partido. El Levante puede dar la irremediable sensación de derrotado en una fase del encuentro y de pletórico ganador en otra. Le gusta correr, disfruta en los partidos racheados y no conviene perderle el ojo. Gestiona el vértigo como pocos. En el descontrol resulta temible, y el Real Madrid se descontroló.

Con Zidane y sin él, al Real Madrid le cuesta gobernar un partido de punta a punta. Es probable que esta carencia se acentúe esta temporada. Salvo la incorporación de Alaba, no se ha renovado. La misma plantilla con un año más, después de dos temporadas de tremenda exigencia física. Si ya se caracterizaba por sus oscilaciones en el rendimiento, cuesta pensar que cambie su comportamiento.

En Vitoria jugó un mal primer tiempo y un competente segundo. En el campo del Levante, convenció en la primera parte y decepcionó en la continuación, con una diferencia entre los dos encuentros: el equipo de Paco López guarda muchos más recursos que el Alavés. Exige más atención porque es más versátil.

Isco, en la imagen yéndose de Melero, recuperó en el Ciutat su mejor versión, la que no se veía desde la temporada 2017-18.

El malagueño. Isco dirigió la compacta versión del Real Madrid en el primer tiempo. Fue el mejor Isco desde la temporada 2017-18, cuando se erigió en titular indiscutible de la Selección que acudió al Mundial de Rusia. Desde entonces su rendimiento ha sido decreciente, no se sabe por qué razones. Perdió tanto crédito a los ojos de Zidane que desapareció del equipo. El mismo entrenador que le elevó a la categoría de titular en la final de Cardiff, contra la Juventus, nada menos que en detrimento del galés Bale.

No fue difícil detectar la mejoría de Isco. Regateaba y escapaba. Isco recuperó su primer paso, y el segundo. Lo necesitaban él y el Real Madrid. El equipo le acompañó, aunque Eden Hazard y Bale solo raspaban el suficiente. En Mendizorroza recibieron elogios más cercanos al voluntarismo de la hinchada que a la realidad de su actuación. Están lejísimos de lo que se espera de dos jugadores que han costado 100 millones de euros.

A nadie sorprendió el cambio del belga y el galés. El Madrid se había abocado al desastre en el comienzo de la segunda parte, perforado por la verticalidad y ligereza del Levante, un equipo que transita como el viento entre las dos áreas. Se defiende con poco orden y muchos jugadores y ataca a tambor batiente, con todos los jugadores que encuentra por el camino. Buenos jugadores, por lo demás: Morales, De Frutos, Roger, Campaña, el joven Cantero.

Sí sorprendió el cambio de Isco por Asensio. No había ofrecido muestras de fatiga, ni incurrido en los defectos de Hazard y Bale, que se desinteresaron del encuentro cuando peor pintaba. No había dudas del ingreso de Vinicius y Rodrygo. El Madrid necesitaba profundidad y gobierno. De lo primero se encargó exclusivamente Vinicius, que marcó dos goles exquisitos, ajenos a la idea que se tiene del brasileño como rematador. El primero con una suave izquierda, inesperada en un delantero con una tendencia acusada a la derecha.

El segundo gol de Vinicius fue mejor que bueno. Despertó un jugoso debate sobre la deliberación del remate: antológico remate con tres dedos al palo contrario o mal pase con resultado excepcional.

Si provocó dudas, se debe a la impresión que ha dejado Vinicius en sus remates, no a la belleza del que significó el gol del empate, ni a su magnífica actuación en un partido que se le escapaba al Madrid por todos los agujeros.