San Mamés deja de ser el reino del silencio

Fin del silencio, se abre un nuevo tiempo en LaLiga, y San Mamés, uno de los estadios legendarios, bueno el heredero de uno de los que más solera han tenido en España, eleva el telón con un cartel de lujo: un Athletic-Barcelona nada menos. El mismo partido que sirvió para el estreno de Marcelino en Bilbao, en enero. Un recado envenenado con la idea de reanimar a un grupo que empezó a volar con la Supercopa y acabó tan apocado como siempre, con dos finales de Copa perdidas y una sensación de impotencia, de que esto no da para mucho más. La afición rojiblanca es especialista en hinchar el globo y volar hasta la estratosfera y pincharlo y caer a mayor velocidad que la de la subida. La pretemporada fue colosal, pero el estreno de curso en Elche, con el enésimo empate del equipo en esta era reciente, resituó las cosas. Hay plantilla y cantera para hacer más, pero la afición empieza a darse de bruces con la realidad. Es una etapa de transición. Y punto.

Los focos apuntan a Williams, al que el club ha querido proteger esta semana saliendo ante los medios para confesarse a corazón abierto y luego el entrenador le ha echado un capote. El chaval no tiene culpa de ser el más caro de la historia del Athletic (entre cinco y seis millones de ficha). El problema es que se generaron unas expectativas a las que no va a llegar. Y la gente está perdiendo la paciencia con su estancamiento. También con el de Muniain. Mal asunto para empezar.