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Mañana se cumple una semana desde que Leo Messi apareció deshecho en lágrimas y hoy un año desde el 2-8 ante el Bayern cuando Piqué dijo aquello de "hemos tocado fondo". Hoy también el club azulgrana tiene previsto poder inscribir a dos de sus tres fichajes, Memphis y Eric García y los medios repiten "en el Barça se muestran optimistas", que es la frase del verano aunque la realidad, que es muy puñetera, se empeñe en llevarles la contraria. A Laporta y compañía digo, no a los periodistas.

Seguimos sin conocer los resultados de una auditoría que ya anuncian que será un escándalo y los 487 millones de deuda que adelantó Laporta parecen solo el aperitivo. Que Bartomeu dejó el Barça como un erial es un hecho. Que la herencia es nefasta como insistió cuando explicó la marcha de Messi, también. Pero, ¿cuál era su plan exactamente? Porque lo único que ha logrado hasta ahora es despedir a Matheus, traspasar a Todibó y ceder a Trincão. Es presidente desde marzo cuando consiguió los avales a última hora y no ha sido capaz de rebajar sueldos ni vender jugadores. No quería a Koeman y mañana se sentará en el banquillo. En su primera rueda de prensa sentenció que "conmigo, perder tendrá consecuencias" y a los que ha echado son a Xavi Pascual y a Andreu Plaza, los entrenadores de balonmano y fútbol sala que ganaron la Liga.

Si el plan era que Tebas le consiguiera el dinero para poder pagar a Messi, el presidente de LaLiga cumplió, pero luego se miró las condiciones y no le parecieron bien. Curiosamente, hoy también se cumple una semana desde que se fue a una mariscada con Florentino Pérez y Agnelli, sus socios en una SuperLiga tan, tan, exclusiva que sólo están ellos tres. No, no parece que el Barça tocara fondo hace un año. Y ahí andan Bartomeu y Laporta jugando al "pues anda que tú, tú más". Los 22.000 aficionados que acudirán al estreno en el Camp Nou tienen motivos de sobra para estar cabreados. Ahora falta saber con quién exactamente y si eso les sirve de consuelo.