Plata amarga
Cuatro palos.- Ha sido una Plata amarga. Este equipo estaba diseñado para el Oro y lo tuvo tan cerca que duele más haberse quedado en el camino. La culpa la tuvieron los palos. Hubo cuatro en mi opinión. Dos los protagonizaron los Gil brothers de esta España de muchas luces y pocas sombras. Antes del pitido del tiempo reglamentario tanto Óscar Gil (el lateral diestro del Espanyol) como Bryan Gil (el flamante fichaje del Tottenham) tuvieron la gloria con dos trallazos al larguero de la portería defendida por Santos, protegida por sus ídem en ambas acciones. Y hubo dos palos que añado en forma de errores defensivos infames que sirvieron en bandeja los dos goles de la canarinha. El 1-0 de Brasil fue por una concesión de Pau Torres a Matheus Cunha antes del descanso. Y el 2-1 de la prórroga que nos dejó con la cara helada fue por lo blandito que estuvo Vallejo en el cruce ante Malcom en la contra de los brasileños tras el córner mal botado por Carlos Soler. Los centrales deben ser más expeditivos, como lo eran Maceda, Goikoetxea, Hierro, Puyol o Ramos. Jugarla bien de atrás es bueno, pero sin perder la esencia de esa posición. Diego Carlos, central de Brasil, sabe bien de lo que hablo...
Recuerdos de Barcelona.- Da más rabia el cruel desenlace de la final porque justo este domingo se cumplen 29 años de una de las noches más bellas que este servidor ha disfrutado como periodista y como aficionado. El Camp Nou hervía, abarrotado por 90.000 aficionados llegados desde todos los puntos cardinales de la piel de toro. Los polacos eran un rival temible, que llegó a adelantarse en el marcador. La España de Vicente Miera luchaba por el soñado Oro con un once formado por Toni; Ferrer, Abelardo, López, Solozábal, Lasa; Guardiola, Berges, Luis Enrique; Alfonso y Kiko. En el segundo acto también Amavisca tuvo su protagonismo. El gol de Abelardo en la segunda parte fue el aperitivo del bramido que llegó cuando se contempló por los videmarcadores el memorable triunfo de Fermín Cacho en la final de 1.500. Los polacos pusieron el 2-2 y el ambiente era eléctrico en el Camp Nou. Y llegó el último minuto, en el que ese gaditano con el arte metido desde los pañales puso el 3-2 de la histórica victoria para que todos saltásemos emocionados. Un Oro bañado en orgullo y en sentimiento de camiseta. Por noches como esa merece la pena entregar tu vida al deporte. El espíritu olímpico es incomparable...
Escenario ilustre.- Del Camp Nou saltamos al Yokohama Stadium, una maravilla arquitectónica en el que pude disfrutar en 2002 del triunfo del Madrid de Del Bosque en la Copa Intercontinental, al derrotar al Olimpia de Asunción por 2-0 (goles de Ronaldo y Guti). Meses antes y en el mismo escenario, Brasil conquistó el Mundial al tumbar en la final a Alemania, con otros dos goles de Ronaldo Nazario. Por desgracia, esta coincidencia escénica fue premonitoria para el éxito de la canarinha olímpica. Richarlison, pese a fallar un penalti, fue el Ronaldo de esta Brasil industriosa y currante.
Golazo de Oyarzabal.- La volea de la esperanza la puso el donostiarra con un gol para enmarcar. Ese chutazo en el 1-1 alimentó nuestras esperanzas, frenadas por esos dos largueros de Óscar y Bryan. Por eso supo peor aún lo ocurrido en el extra time. Brasil tiene a Dani Alves, un récordman en títulos con 38 años, pero España tiene juventud y hambre. Hay base para seguir soñando. En París, en 2024, volveremos a intentarlo.