De las fiestas de pueblo a ganar el oro en Tokio
Fátima Gálvez y Alberto Fernández no sólo han ganado una medalla de oro, sino que juntos han inaugurado el palmarés olímpico de esta nueva prueba por equipos mixtos. Ella vive en Baena (Córdoba) y él en Illescas (Toledo) aunque sea de Madrid. Y su conexión por encima de la puntería, del olor a la pólvora de sus cartuchos y de que su calidad individual que les ha convertido en pareja deportiva en los últimos tiempos, viene de unas niñeces parecidas. Los dos llegaron al tiro de la mano de sus padres: Fátima empezó a guiñar el ojo con cinco años, y aunque es zurda Pio Gálvez le enseñó con la derecha y le dejaba la escopeta en las fiestas de los pueblos: Alberto se enganchó en esto de la puntería antes de los nueve años, mirando como tiraba su padre en la pruebas de las fiestas por la comarca.
Fátima es nerviosa y con un punto de contestaria que le ha valido más de un disgusto y enfrentamientos con la Federación Española y la Andaluza; Alberto es un tipo tranquilo, inmutable en los campos de tiro, que disfrura con lo que hace y que tiene una tremenda capacidad de concentración, y que para relajarse coge la guitarra, se une a sus amigos y con su banda, los Geiperman, toca en bares de copas canciones de los Hombres G.
Eso es una parte, la mundana, porque la otra es el esfuerzo de cinco años, de viajes por medio mundo, para entrenarse, para sumar puntos en el ranking, para clasificarse para los Juegos, para compaginarlo con sus exhibiciones personales que complementan sus soldadas. Los números les señalaban como una de las parejas favoritas a los metales. Sin llamar la atención, lo han conseguido para honrar las enseñanzas de sus padres.