Tatamis y despachos
En los 80, no existía la palabra bullying. Ni tampoco existían los maravillosos protocolos que la escuela pública desarrolla para evitar los acosos. Aunque se sabía que estaba mal, sin embargo, decir que un compañero te acosaba te estigmatizaba de por vida. Así que algunos padres optaban por las artes marciales como elemento disuasorio. A mí me tocó el taekwondo, un deporte del que me enamoré desde el primer momento y donde descubrí un ambiente mucho más sano que el del fútbol. Pronto, comencé a entrenar a diario y a competir, aunque para bien y para mal, el rock and roll conquistó mi corazón y cambié el tatami por los escenarios.
Así que mi alegría ha sido máxima con la plata de Adriana Cerezo. Me quedé fascinado con su velocidad. Su pierna delantera es un rayo y sus movimientos son un prodigio de expresión lírica. Sólo pido calma y paciencia con ella. Apenas tiene 17 años. Los mismos que tenía la genial taekwondoka Brigitte Yagüe cuando ganó el Campeonato del Mundo Junior en 1998. Como en el caso de Cerezo, todo eran parabienes, pero Yagüe fue apartada del Centro de Alto Rendimiento y ya nada para ella fue un camino de rosas. Sólo su cabezonería y la de su marido, JR Ramos le ayudaron a tener un palmarés que asusta. Tres veces campeona del mundo, cuatro de Europa y plata olímpica en Londres.
Resulta curioso que las mujeres tengan que librar un doble combate (uno en la pista y otro en los despachos) y sean mucho más críticas con las federaciones, marcas o eventos deportivos que sus colegas masculinos. Recordemos lo que contaba Coral Bistuer en su momento o el horrible comportamiento de la federación de bádminton con Carolina Marín. O el asunto de la selección femenina noruega de balonmano playa con la cuestión de la vestimenta. Y sin olvidarnos de Simone Biles, Naomi Osaka o lo que sucedió en la selección española femenina de fútbol. Sólo pido que los matones del colegio no sigan en los despachos y que los 'cerezos' puedan crecer en las mejores condiciones. Enhorabuena Adriana.