Y Asensio frotó la lámpara…
Las luces del Sapporo Dome estaban apagadas para los nuestros. El muro australiano, personificado en un gigante de dos metros llamado Harry Souttar, parecía impenetrable. Otra vez la sombra del cerocerismo, de la estéril goleada en la posesión y la impotencia para cantar ese gol que se nos resistía desde los Juegos de Sidney hace veinte años (de Gabri en la final a Camerún). Ni la entrada de Puado arriba y de Carlos Soler en la medular había logrado cambiar esa dinámica. Mucha llegada, pero la pólvora seguía guardada en el colt de Mikel Oyarzabal. El guipuzcoano había reventado un larguero y la estuvo porfiando toda la noche. Hasta que encontró el socio ideal para acabar con los paisanos de Cocodrilo Dundee. Ese es Marco Asensio, al que le sentó de cine el jarabe de banquillo. De la Fuente lo castigó, entre comillas, con el banquillo por su pobre partido ante los egipcios. El balear entendió el mensaje y saltó al campo a falta de 20 minutos, cuando el pesimismo y los fantasmas de los fracasados Juegos de Londres nublaban nuestros peores presagios.
Asensio frotó la lámpara nada más saltar al campo y lo bordó con tras acciones fantásticas. Se inventó dos asistencias de gol a Rafa Mir que desperdició el murciano. Asensio se lamentaba, consciente de que eran dos golosinas que debían haber terminado con el susto. Pero insistió y cuando el mallorquín está on fire es cuando es letal. Con su zurda de seda sacó otro centro fantástico, esta vez a la cabeza de Oyarzabal. Mikel, que siempre vive con inteligencia en el área, peinó la pelota con sutileza y picándola abajo, donde Glover jamás podía llegar. Fue el gol de la liberación. El gol de oro que nos reubica en la ruta del ídem. Esta España debe mejorar en la verticalidad de su juego, lastrado esta vez por la ausencia de Dani Ceballos. Pero la solidez defensiva del equipo ayuda a pensar en un futuro mejor, para lo que basta que haya más gente arriba como Oyarzabal, que se atreva a enchufarla sin darle tantas vueltas al asunto antes de rematar. El fútbol es gol. Ese es el camino. Gracias, Marco. Gracias, Mikel.