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Silverstone abre la puerta del futuro

Unos 80.000 aficionados, que mañana serán 140.000, rugieron ayer en la grada de Silverstone, sin apenas mascarillas, para animar a su ídolo Lewis Hamilton, en claro contraste con el silencio que nos espera dentro de una semana en los Juegos Olímpicos de Tokio. Es la pandemia a varias velocidades. El heptacampeón mundial acababa de lograr la pole en la clasificación para la carrera corta de hoy, que en realidad no se puede llamar pole, porque esa se decidirá en la nueva competición que debuta este sábado bajo el nombre de F1 Sprint. Se trata de una carrera a 17 vueltas, media hora, 100 kilómetros que otorgarán escasos puntos, 3, 2 y 1, además del orden de salida del domingo estelar. Un experimento de Liberty para dinamizar la Fórmula 1, que se repetirá en Monza e Interlagos.

El estreno en Silverstone es altamente simbólico, porque este circuito albergó la primera carrera de F1 allá por 1950. Un inmejorable lugar para abrir la puerta del futuro. Y no sólo por la celebración de esta carrera al esprint, que ya veremos cómo funciona y si tiene continuidad en los calendarios. “Puede ser divertido”, opina Carlos Sainz, aunque lo resultará menos para los pilotos que se vean relegados a posiciones traseras por contactos. También porque el circuito británico fue el elegido el jueves para exhibir el prototipo a tamaño real del coche de 2022, cuyas novedades pretenden igualar los monoplazas y abrir el abanico al mayor número de pilotos. Un cambio, por cierto, en el que Fernando Alonso tiene volcada su esperanza de regresar a lo más alto. Con este nuevo reglamento para los coches, o con iniciativas como el esprint de hoy, la F1 intenta buscar soluciones para sacar el Mundial del bostezo generalizado que han supuesto las últimas ediciones bajo la dictadura de Hamilton y Mercedes. Este año, al menos tiene la oposición de Max Verstappen. Pero no es suficiente.