Unai 'Iker' Simón
Guantes de oro.- Es lo que tiene en sus manos de acero este vitoriano que nos ha devuelto la ilusión y el orgullo de Selección a base de paradas mágicas, desguionizadas, solo al alcance de los elegidos. El portero del Athletic de Bilbao tiene duende, un aura especial. Ante Croacia ya demostró su perfil reptiliano, con una sangre fría digna de elogio. Si usted tiene un error en el primer gol croata como el que tuvo Unai, sus manos se hubiesen llenado de mantequilla. Pues no. Nuestro nuevo héroe de La Roja fue el mejor y nos ayudó con sus paradones a meternos en la cita de San Petersburgo, donde la correosa Suiza estuvo a punto de mandarnos a casa con cara de no entender nada. Y más cuando Busquets, nuestro capitán que se deja la piel por esta camiseta, tuvo el infortunio de lanzar el primer penalti de la tanda al palo. Eso suele arrastrar al resto de lanzadores, pero olvidábamos que estaba en el campo este portero sacado de la Marvel. Detuvo dos lanzamientos con una serenidad pasmosa, poniendo de los nervios a los helvéticos, que ya no dieron pie con bola. Oyarzabal, otro orgulloso jugador vasco que lo ha ganado todo con España desde las categorías inferiores, puso el sello de la clasificación a semifinales con un lanzamiento ajustado, sereno, casi sacado de un torneo de verano. Mikel lo tiró con el temple de un veterano. Con estos chavales estamos en buenas manos. Fueron campeones en el Europeo Sub-21 jugado en Italia y San Marino hace dos años y ahora estamos recogiendo el fruto con Dani Olmo, Unai, Oyarzabal y compañía. Me veo obligado a regresar a nuestro número 23, que en realidad es nuestro número 1. Unai, 24 años, me recuerda a Casillas. Con Iker y sus milagros tocamos todos el cielo. Pues ojo al portero vitoriano. No tiene límites.
Forza España. Quién nos iba a decir que esta Eurocopa que arrancó en La Cartuja con los renglones torcidos (Suecia, Polonia...) iba a terminar convirtiéndose en un punto de inflexión que ha reenganchado definitivamente a la afición con nuestra tropa. Ha pasado casi una década de frustraciones tras el periodo hegemónico (Euro 2008-Mundial 2010-Euro 2012), con los batacazos sufridos en el Mundial de Brasil 2014 (¡manita de Holanda!), el fiasco de la Eurocopa 2016 ante croatas e italianos, y el partido horribilis del Mundial de 2018 en el que los rusos nos apearon (nosotros dimos casi 1.200 pases para nada...). Tenía que ser precisamente en Rusia donde recuperásemos el orgullo de camiseta. No en el mejor día de juego, pero así crecen los equipos campeones, salvando días espesos y contando con ese punto de fortuna que siempre te ayuda a hacer cumbre. El autogol de Zakaria y la expulsión de Freuler nos pusieron todo de cara, pero estos suizos son la mayoría hijos de emigrantes y se nota en su ardor guerrero. Y venían de tumbar a la favoritísima Francia de Pogba, Mbappé, Benzema y Griezmann. Valoremos como merece este logro. Como quien no quiere la cosa ya somos de los cuatro mejores equipos de Europa. La próxima parada será en Wembley ante la poderosa Italia de Mancini. En la cuna del fútbol. ¡Forza España!
A Xavi, con cariño. Confío en que uno de los mejores jugadores de la historia de nuestra Selección se disculpe con los millones de madridistas que hemos vibrado con las paradas de Unai Simón en la tanda de San Petersburgo y con el gol decisivo de Oyarzabal, hasta dejarnos la garganta celebrándolo. La Selección es de todos y aquí la única camiseta que defendemos con orgullo es la Roja. Xavi, deja al Madrid tranquilo. Por cierto, qué bien nos sienta el blanco...