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Una tonelada de estrés en el alambre

Primero fue la falta de gol, después de la incapacidad para sostener la ventaja y ahora llega el estrés. Es el proceso típico de los equipos que no ganan y se abocan a una situación límite. España tiene que imponerse a Eslovaquia para pasar a la siguiente ronda. Le sirven algún otro resultado -el empate, si Polonia pierde con Suecia-, pero a la Selección sólo le conviene un resultado: la victoria.

Le conviene por necesidad en la clasificación y la inyección de autoestima que requiere un equipo que ha perdido confianza dentro y fuera en el campo. En el campo sufre por los resultados. En el exterior generaba más crédito al comienzo del torneo que ahora. Han bastado dos partidos para reducir el grado de optimismo que producía la Selección. No se la veía como favorita para ganar la Eurocopa, pero transmitía mejor onda.

Por fortuna, en el fútbol las percepciones cambian con una rapidez asombrosa. Los malos inicios precedieron algunos de los éxitos más reseñables en los grandes torneos. Italia ganó el Mundial de España después de empatar los tres primeros encuentros y hervir en críticas; Portugal también empató sus tres primeros encuentros en la Eurocopa 2016, antes de conquistarla en París; Alemania perdió 8-2 contra Hungría en la primera fase del Mundial 1954, pero ganó la final a los húngaros; España ganó el Mundial 2010 después de caer frente a Suiza en el partido inicial, en medio de críticas similares a las de ahora: mucho pase y poco gol.

La diferencia es que aquel equipo estaba probado en la victoria. Venía de ganar la Eurocopa 2008 y estaba integrado por varios jugadores que figuraban entre los mejores del mundo en sus puestos. Eran figuras en el mejor Barça de la historia, en el Real Madrid diseñado para enfrentarse al equipo de Pep Guardiola, en el Liverpool, Arsenal, Manchester City, Valencia (Villa fichó por el Barça el verano del Mundial). La mayoría atravesaban el momento cenital de sus carreras.

Los jugadores de la Selección se retiran del campo decepcionados tras empatar con Polonia.
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Los jugadores de la Selección se retiran del campo decepcionados tras empatar con Polonia.JOSE MANUEL VIDALPool via REUTERS

No es el caso en esta Selección, con varios jóvenes prometedores, unos cuantos ganadores de la penúltima edición de la Eurocopa Sub-21, pero sin consagrarse en el mundillo internacional o sin detentar el grado de figura en sus equipos.

España jugó una buena primera parte frente a Polonia, parecida a la que ofreció contra Suecia. Sólo se registró una novedad, el ingreso de Gerard Moreno en la alineación, decisión que mereció un elogio unánime. La Selección atacó a un rival algo más expansivo que Suecia, pero el curso del juego fue muy parecido. España encerró a Polonia en su área durante muchos minutos. El gol resaltó la superioridad del equipo. Estuvo muy lejos de deslumbrar, pero la caligrafía era correcta.

El gol polaco recordó el desequilibrio entre lo mucho que trajina España para conseguir poco y lo poco que necesitan sus rivales para lograr mucho. En su cabezazo, Lewandowski trató sin miramientos a Laporte. Uno hizo lo que se espera de un gran delantero y el otro no hizo lo mínimo que le corresponde a un central.

Lejos de aprovechar el penalti de la siguiente jugada, España sufrió un impacto de graves consecuencias inmediatas y difíciles de calcular en el futuro. Fue mucho más que un penalti estrellado en el palo. Puede convertirse en un momento crítico para el destino de España en la Eurocopa y, sobre todo, para el futuro de una Selección devorada por ansiedad y la inconsistencia en la última media hora.

España tiene la oportunidad de construir en esta Eurocopa la plataforma que le impulse hacia el Mundial. Asusta pensar cómo afectaría un fracaso a un equipo donde la mayoría de los jugadores empiezan a dar sus primeros pasos con la casaca nacional.