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Márquez quiere más

Incluso en un diccionario tan rico como el español es difícil encontrar a veces palabras para describir ciertas gestas deportivas. Pasaba en aquellos tiempos en los que Marc Márquez no paraba de ganar. Y volvió a ocurrir este domingo, cuando el ocho veces campeón mundial rompió una sequía de 581 días sin victorias. En ese periodo ha cubierto un calvario personal, provocado por una lesión envenenada por la precipitación que llevó al ilerdense a dudar de su futuro: “Tuve miedo”. Este tipo de aprendizaje y este ejemplo de superación también definen a los grandes campeones, a esos deportistas que proyectan a leyendas. Márquez lo es. Dentro de unos años, cuando se repase su historial, esta victoria en el GP de Alemania brillará como una más en su denso palmarés, como la undécima consecutiva en su templo de Sachsenring. Pero hoy por hoy no es un éxito más, en absoluto, sino el triunfo que lanza el mensaje que deseaban escuchar todos los aficionados: “Marc Márquez ha vuelto”. El séxtuple ganador de MotoGP conoce esa transcendencia. Por eso lo celebró con euforia y con lágrimas.

Márquez ha vuelto, sí, aunque el regreso no es completo. Este triunfo no supone la meta en sí, sino un paso de gigante en el camino. Así se deduce de sus propias palabras: “Quiero estar mejor y llegar a ser el de siempre”. Esa actitud engrandece más su figura. El catalán sabe que su victoria venía precedida de tres ceros, que el circuito era favorable a la Honda, que el trazado con menos curvas a la derecha favorecía a su físico, que el hombro todavía duele con los esfuerzos, que la moto aún no acompaña, que la simbiosis máquina-piloto no está conseguida, que el próximo escenario de Assen será más limitante, que el título es un objetivo remoto… Así lo expresó el propio Marc en la rueda de prensa, con ese inconformismo propio de quien sólo mira adelante, de quien siempre quiere más.