El triunfo de la filosofía cholista

Si la justicia en el fútbol siempre es relativa, el Atlético ha dominado LaLiga prácticamente de principio a fin. En un inicio por un juego alegre y ofensivo, acompañado de contundencia en el área y, tras superar un largo bache con el coronavirus de protagonista, enfrentándose al vértigo y a la responsabilidad de ganar el título. “Contra todo y contra todos”, también aplicado a uno mismo y a esa ansiedad de verse tan cerca del éxito.

El cartel de favorito no le sienta bien a ningún equipo que al comienzo de la temporada no tiene la obligación de serlo. Pero, tras la ventaja conseguida en una primera vuelta espectacular, se situó desde todos los focos como una necesidad para el Atlético. “Esta Liga sólo pueden perderla ellos”, era el mensaje que se deslizaba con aún 57 puntos por jugarse. Y, cuando te van recortando Real Madrid y Barcelona, la presión por acabar LaLiga se acrecienta. El Atlético se dejó puntos en los minutos finales de los encuentros, pero desde Bilbao fue capaz de centrarse únicamente en el partido a partido. No es una frase hueca, es una filosofía que Simeone ha conseguido volver a grabar a fuego en la mente de sus futbolistas, con Koke como alumno avanzado.

Ahí es donde se mide la madurez de un vestuario. En lugar de arrugarse cuanto más justo estaba el título, llegando a vivir tres partidos donde una victoria de Barça o Madrid hubiesen conllevado un cambio de líder, el Atlético creció y recuperó sus señas de identidad para proclamarse campeón por todo lo alto. Salir a mandar en el Camp Nou, echarse adelante en el partido contra la Real Sociedad, remontar a Osasuna cuando todo parecía perdido y volver a voltear el marcador en Valladolid. Para llegar al sueño había centrarse en el siguiente paso, nunca en la meta. Y saber sufrir, este club siempre sabe sufrir. Así se ha cimentado un equipo donde lo más importante es el presente. Tras el año de transición, llegó el año del campeón.