Marc Márquez acelera

El día anterior titulé esta misma columna: ‘Nadal siempre se levanta’. No es el único. La historia está llena de grandes campeones que resurgen una y otra vez. Suelen ser los campeones que marcan época. Indestructibles e inmortales. El eterno retorno es una cualidad de los elegidos para la gloria. Los ejemplos se suceden. Si ayer destacaba a Rafa Nadal, hoy hay que subirse a una moto para aplaudir el caso de Marc Márquez. Después del feo accidente que le tuvo nueve meses en el dique seco, con una recuperación envenenada por las decisiones precipitadas y por los errores médicos, el ilerdense ha regresado a los circuitos. Le Mans es su tercer gran premio. Y aquí se le ha vuelto a ver a la máxima altura. No es todavía su mejor versión, ni mucho menos, pero supone una gran noticia para el motociclismo y para el deporte que Marc haya liderado la tabla en la FP3 y que haya estado en cabeza de la clasificación de MotoGP hasta tres minutos antes de su conclusión, para rematar con un sexto puesto. Desde el mes de julio pasado en Jerez, el fin de semana de su caída, no se alzaba al frente.

Ha habido circunstancias que han ayudado, como que la sesión libre se celebró sobre mojado, pero aun así equivale a un gran paso en su evolución. Márquez acelera. Ya veremos hasta dónde. El séxtuple campeón de MotoGP tenía varios retos en su reaparición: coger ritmo, readaptarse a la difícil Honda, volver a caerse, sentirse rápido, mostrarse resistente… Poco a poco cumple plazos. Y ya está otra vez cerca de sus rivales en el sábado víspera de la competición. Ahora hay que demostrarlo en carrera, más intensa y más larga. No hace tanto que Marc tuvo que renunciar a un test de Repsol Honda, el día después del GP de España, porque tenía el brazo sobrecargado. Por eso no hay que lanzar las campanas al vuelo por sus destellos previos. Sólo seguir trabajando. Porque volver, ya ha vuelto.