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El Real Madrid tuvo que afrontar el partido del Coliseum con numerosas bajas por lesión y con la necesidad de rotar futbolistas ante la tremenda exigencia del calendario en estos últimos meses y teniendo en el horizonte la posibilidad de los grandes títulos. Esas conexiones que se producen entre futbolistas después de jugar muchas temporadas y muchos partidos juntos no se pudieron ver en Getafe y al equipo le costó progresar en el juego y conectar unas líneas con las otras.

Los de Bordalás olieron la sangre y con una agresiva presión adelantada y una buena circulación de balón generaron algunas situaciones claras de gol donde apareció, una vez más, Thibaut Courtois. El meta belga atraviesa un momento de forma fantástico con intervenciones salvadoras de gran mérito en los últimos partidos, teniendo gran peso en el resultado.

Al Madrid le costó mantener el bloque corto, en pocos metros, debido a que la línea defensiva no empujaba y no salía con el equipo. Quizá esto se llevó a cabo por instinto de protección y no querer dejar demasiados metros entre ellos y Courtois, pero eso provocó que los de Zidane no pudieran defender hacia delante ni robar balones durante el partido al estar tan largos como bloque. Los atacantes se quedaron desconectados y, a pesar de que hubo movilidad, quizá demasiada, nunca fueron encontrados por los compañeros en buenas situaciones.