Bajo el influjo del Di Stéfano

Siempre he defendido que partidos de altísima enjundia como el del pasado martes ante el Liverpool o el de esta noche con el Barça deberían haberse jugado en la majestuosidad del Bernabéu, incluso rodeados de grúas gigantes, andamios y camiones cargados de arena. Pero la pataleta 'paleta' de Klopp, ninguneando el Di Stéfano de Valdebebas como si fuese el campo del Millwall, me ha tocado el orgullo hasta el punto de que ahora no quiero solo eliminarles el miércoles, quiero más. Humillación. Hasta que la situación sanitaria permita la añorada vuelta de los aficionados a su santuario de La Castellana, convirtamos el coqueto campo de Valdebebas en un fortín inesperado. No hay público, pero tras sus gradas vacías hay miles de corazones blancos empujando como un tornado desatado.

Me gusta la sabiduría madridista y reposada de Luis Landero, al que no le pueden vender pollinos después de ver como yo a Netzer y 'Pinino' Mas (yo tenía ocho añitos cuando les vi por primera vez en el Bernabéu en un Madrid-Las Palmas). Claro que esta noche Messi o Pedri nos pueden hacer daño. Pero si yo fuera culé estaría temblando ante un rival que tiene una medular con Casemiro-Kroos-Modric (la Biblia del fútbol) y un ataque con Asensio (caviar), Benzema (porcelana de Versalles) y el gran Vinicius (Corcovado con botas). El Madrid es el rival a batir. Nunca lo olviden.