Bayern-PSG, la mangosta y la cobra

De la triple oferta televisiva de anoche escogí el Bayern-PSG, como supongo que la mayor parte de la afición. Y me felicito por ello. Esta eliminatoria ganó desde el sorteo el cartel de 'final anticipada', quizá algo exagerado porque sólo la final es una final, pero estuvo a la altura del elogio. Partido Champions cien por cien, jugado en el corazón de Europa, en una noche de primavera fría hasta la nieve, y con un ritmo trepidante. Dos estilos: el rodillo atacante del Bayern frente el contrataque afilado del PSG. La mangosta contra la cobra. En la Naturaleza suele ganar la mangosta, tengo entendido. En Múnich ganó la cobra. Pero esto no está acabado.

Dos grandes equipos, muchos buenos jugadores. En el Bayern faltaba Lewandowski, cuyo sustituto, el grandote Choupo-Moting, no es un delantero despreciable, y tuvo excelente compañía: Sané, Koman y Müller, con Kimmich, sensacional metrónomo, alimentando aquello desde atrás. Un gran Bayern que produjo 31 remates para sólo dos goles, gracias en buena parte a Keylor Navas, que atrapó lo que pudo filtrarse entre el sacrificado y atento montaje defensivo. Por su parte, el PSG llegó cuatro veces que le rentaron tres goles. Salidas eléctricas como cabeceos de cobra, con el veneno de la pareja Neymar-Mbappé.

Neymar venía para sucesor de Messi y Cristiano, pero ahora se ve acosado por la pareja de moda, Mbappé-Haaland. Ha empezado a buscar su sitio algo más atrás, en la creación de la jugada con preferencia a la finalización, que cede a Mbappé. Con nueva perspectiva y bien secundado por Di María, manejó el partido, sobre todo en la primera parte, en la que dio los pases que valieron un rápido 0-2. Pero el puñal fue Mbappé, autor del 0-1 y el 2-3, éste guisado y comido por él mismo. Dos grandes que se agrandan por proximidad. Y, con todo junto, un partido tremendo que ya despierta la impaciencia por ver el de París.