El Barça, otra vez un garabato
Como cuando te comprabas esos libros de trabajo de verano y luego pasabas de todo hasta que volvías a clase en septiembre, el Barça se fue de parón y se olvidó del catecismo que le había guiado en las últimas jornadas. Con bastante éxito, todo sea dicho. El Barça jugó muy mal contra el Valladolid. No salió con mala actitud pero, para empezar, Sergio neutralizó con bastante normalidad el 3-4-2-1 al que Koeman, tal vez, ya le haya sacado demasiado provecho antes de que le cogieran el truco. El Barça no estaba fresco y, además, estaba anárquico. Messi estuvo algo oxidado, a Pedri empiezan a pesarle los kilómetros y Dembélé, sin equipos que ofrezcan espacios y buenos pasadores, no tiene demasiado sentido.
Que el Barça ganase, más allá de un empujoncito arbitral (las dos decisiones críticas del partido, grises, cayeron de su lado), resultó casi un milagro porque, aunque produjo ocasiones, no fueron demasiadas. Y porque, normalmente, el Barça gana menos que el resto si no juega bien. Y jugó mal. Los cambios tampoco resolvieron demasiado lo que hacía el equipo. Un equipo alborotado e incoherente. La expulsión terminó de volcar el partido y al final el Barça encontró a Dembélé, providencia.
Tanto azúcar en las dos semanas de parón resultó venenoso. Para Koeman, el primero. Pero también para este Barça de la remontada liguera. Fue un aviso a navegantes que se solventó de la mejor manera posible para los azulgrana porque un toque de atención con tres puntos más en la mochila se asume mucho mejor. Pero bien hará el Barça en mirarse mañana por la mañana la mochila. Y volver a sacar el libro. Contra el Valladolid fue otra vez un garabato.