Sobre la salud mental
Ayer hubo cierta tormenta política en España relacionada con la salud mental. Es una buena oportunidad para tratar un asunto que siempre está entre mis candidatos a la hora de acercarme a esta columna pero que acaba siendo adelantado por la urgencia de la actualidad. En Inglaterra, el Guardian publica recurrentemente entrevistas a futbolistas que han tenido problemas en este campo porque entiende que es fundamental normalizar sus historias y mostrarle a la población general que incluso los ídolos de masas y los referentes de muchos niños se tienen que enfrentar a episodios que no deben provocar ni vergüenza ni tabús. Aquí no es una práctica que se haya extendido tanto, pero nos llegó, replicada por varios medios, una celebradísima entrevista a Bojan Krkic en la que el excanterano azulgrana relataba las dificultades que pasó por culpa de la ansiedad. Fue maravilloso, porque Bojan encarna al tipo de persona que la gente cree que no puede caer en episodios depresivos: era joven, guapo, rico y exitoso. Y sí, nadie está a salvo de los indescifrables vaivenes de la oscuridad de la mente.
Yo también he tenido trastornos, he visitado regularmente a un psicólogo -aún lo hago- e incluso a una psiquiatra. Me he medicado cuando he percibido que mi estado amenazaba con afectar a mi vida cotidiana y a mi trabajo y he mejorado. Sé que siempre seré más vulnerable que la media de la población, pero ahora ya lo acepto y me asusta menos. Siento una empatía extraordinaria por aquellos que sufren por cuestiones parecidas y he dedicado tiempo a escucharlos y a contarles mis propias experiencias.
A veces, el sufrimiento tiene que ver con las expectativas, con los sueños incumplidos, con la respuesta de la sociedad ante nuestras equivocaciones. Otras veces no: simplemente ocurre. No estoy descubriendo la pólvora con este artículo, pero me conformo con que algún lector se sienta hoy menos solo y más arropado. Y que decida, sin miedo, pedir ayuda a alguno de los muy buenos profesionales que tenemos en España.