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Gran Barça disminuido por la mala suerte

Una master class del Barcelona en la nueva patria del fútbol de ataque. El PSG fue acorralado por un grupo que parecía vivir en las alas del viejo fútbol, aquel que en Berna también primó pero fue frenado por la mala suerte. No hubo en todo el partido otro equipo en el campo, pero Lenglet le regaló a Mbappé la oportunidad de parecerse al que goleó en el Camp Nou en la penúltima oportunidad en que Koeman se sintió defraudado por sus jugadores. Esta vez aquella mala suerte de Berna se puso las botas de Messi para fallar un penalti que dejó al mejor del mundo al borde de la depresión y al equipo como si viniera de una ducha fría.

Recuperado el talante, el Barça fue otra vez gallardo e hizo un fútbol de línea clara, como si estuviera reinventado a la vez los estilos que Cruyff y Guardiola imprimieron a los mejores años del equipo. Era difícil la hazaña, pero en algún momento se acarició una esperanza imposible de mantener. Hubo palos, hubo aquel penalti, parece que también hubo ciertas irregularidades arbitrales; pero no hay que llorar sobre esa leche desperdiciada. Al contrario, hay que celebrar que el equipo hiciera tan digno viaje final, con todas sus líneas (sublime Pedri, por cierto, el talismán de Tegueste) haciendo lo posible por borrar la vergüenza de la ida, marcado por aquella maldición de Berna, una sombra europea del Barça de la maldita suerte.