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Respondemos al drama en función de cómo de grandes son nuestros sueños. Lo dice el escritor David Mamet. Por eso en el Madrid cada semana parece que acabara de explotar un reactor de Chernóbil. Porque el madridista, otra cosa no, pero sueña en modo jumbo.

Cada parte médico que publica el club me lo tomo como si dos inspectores de homicidios se bajaran del coche patrulla frente al porche de mi casa: me sujeto al quicio de la puerta, temiéndome lo peor y a punto de sufrir un desvanecimiento, hasta que alguien me trae un vaso de limonada. "Por favor, no me digan que es una nueva lesión muscular de Hazard. Otra vez no". Únicamente en un club tan propenso al drama como el Madrid podría desatarse una crisis institucional instantes antes de levantar una Copa de Europa recién conquistada. Ocurrió en Kiev, en el tramo desde el pitido final hasta la celebración en esa tarima improvisada con el 'We are the champions', cuando Cristiano hizo arder Troya anunciando ante los micros que se iba. Dice el humorista Louis CK que para él sus vacaciones duran lo que va desde que consigue cerrar el maletero del coche con todo el equipaje y su familia dentro hasta que da la vuelta al coche y se sienta en el asiento del conductor. En el Madrid la gloria dura todavía menos.

Luka Modric, el pasado miércoles, ante la Atalanta.
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Luka Modric, el pasado miércoles, ante la Atalanta.TIZIANA FABIAFP

Ganar a una Atalanta con diez por la mínima no es suficiente. Algo falla. Aparte de la plaga de lesiones, el equipo sufre una lacerante falta de gol. Y Casemiro (segundo máximo anotador, no lo olvidemos) no estará en la vuelta. Y Modric tiene 35 años. Porque con Modric la afición blanca actúa como ese niño que descubre de repente que su padre no va a estar ahí para siempre y se obsesiona con el tema. Es como asomarse a un abismo cada vez que alguien me repite la edad de Modric. No sabemos qué será de nosotros sin el croata vigilando desde el medio al resto del equipo, como a los niños a los que Holden Caulfield quería salvar mientras caían fuera del campo de centeno.

Decía Valdano el otro día a tenor de un documental sobre Pelé que para los mitos ganar no supone una alegría, sino un incontenible alivio. Sus dramas son grandes porque sus sueños son grandes. Son felices siendo miserables. ¿Quién quiere conquistar la felicidad cuando solo es un instante justo antes de querer más felicidad? A mí dadme el drama porque mis sueños son grandes.