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Nadal manda al médico a otra pista

El partido de los octavos de final ante Fabio Fognini todavía no había comenzado cuando un médico y un fisioterapeuta se acercaron a la silla de Rafa Nadal para ofrecerle unos servicios que, en teoría, el número dos del mundo había solicitado. La preocupación cundió entre los aficionados que fueron testigos de la escena. “Rafa está otra vez lesionado, ha vuelto a recaer”, fue el pensamiento oscuro que nos invadió a todos. Los antecedentes físicos de Nadal empujan inevitablemente al pesimismo cuando un sanitario revolotea alrededor. “No, yo no, quizá sea en otra pista”, respondió el español, sorprendido y sonriente, para alivio del personal. Había sido una falsa alarma, un equívoco. La cosa se quedó en una anécdota, que se fue cargando de simbolismo durante el transcurso del encuentro, mientras Nadal demostraba, pelota a pelota, que efectivamente ya no necesita esos cuidados. “Me siento mucho mejor”, reconoció en rueda de prensa después de derrotar al siempre peligroso italiano en tres sets, 6-3, 6-4 y 6-2, en dos horas y 16 minutos, y de clasificarse para cuartos.

Con la cautela que aconseja el historial del personaje y la exigencia del deporte de alta competición, Nadal ha dejado atrás aquellas dos semanas de dolor que le impidieron disputar la ATP Cup, el cambio de su servicio para sobrevivir a los dos primeros partidos de Australia, y aquel agónico discurso sobre sus escasas opciones si los males no remitían. Rafa sorteó los obstáculos, hasta que probó un tratamiento nuevo de infiltraciones. El primer saque a 196 km/h ante Cameron Norrie, en tercera ronda, ya anunció un progreso. Fue un soplo de optimismo que se confirmó ayer ante Fognini, el primer rival de entidad, un tenista que ha tumbado cuatro veces al balear. Así que se puede asegurar, si nada se tuerce, que el verdadero Nadal, el genuino, ya está aquí. Y ha llegado a tiempo para la batalla.