Isco en su laberinto

Las imágenes mostradas por El Golazo de Gol en las que Isco se hacía con parsimonia una coleta en el pelo, retrasando a conciencia el inicio de su calentamiento ante el Getafe y sacando de quicio al preparador físico, demuestran que el jugador ha pasado de la fase de enfado a la de hastío y el pasotismo. Habiendo querido salir del club en el mercado de enero sin conseguirlo, nadie lo quiso de verdad, el futbolista sigue frustrado por la deriva que ha tomado su carrera en el Madrid. De ser titular, con todo merecimiento, en las dos últimas finales de Champions, ha pasado a convertirse a sus veintiocho años en un elemento sospechoso dentro del vestuario, desconectado del entrenador y, sobre todo, de la exigencia permanente que tiene el ser figura en este club.

Su aspecto físico le ha delatado en muchas ocasiones, lleva sin estar fino demasiado tiempo, y en otras ha sido su actitud en el campo la que ha mostrado su desconexión con el equipo. Puede que Isco haya asumido que su etapa aquí ha terminado y que sólo será feliz en otro sitio, pero equivoca el rumbo a seguir. Primero porque su actual ficha se ha convertido con la pandemia en algo imposible para la inmensa mayoría de clubes de Europa, y segundo porque, si alguien tuviera dinero, no se lo gastaría en un futbolista que ha demostrado estar de vuelta de todo.