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El camino de Alcaraz

Carlos Alcaraz mira a todo con respeto. Pero sin miedo. Una de esas cualidades que distinguen a los buenos deportistas de los que tienen madera de estrella. Si le medimos por los datos de precocidad en el circuito, sin duda apunta a ser un tenista destinado a pelear por títulos grandes. Pero en esos mismos rankings de victorias tempranas, al lado de nombres como los de Rafa Nadal y Novak Djokovic, también aparecen otros como los de Richard Gasquet, que a sus 34 años tiene su techo en tres semifinales de Grand Slam. O Bernard Tomic, que tiene pinta en quedarse sólo en 'promesa'. Por no hablar del estadounidense Aaron Krickstein, el más joven en ganar un torneo ATP con 16 años y del que ni tan siquiera nos acordamos.

Es decir, con Alcaraz hay que tener paciencia. Aunque sea periodísticamente inevitable poner el foco en él. Y que el aficionado se ilusione pensando en que Rafa Nadal tiene un relevo. Pero en España al tenis femenino le ha costado décadas soltar la mochila de las comparaciones con Arantxa y Conchita. Han sido nocivas. Nadal sólo hay y habrá uno. Su vara de medir no debe de ser la que empleemos con el murciano. Alcaraz sigue su propio camino y ahora en el Abierto de Australia, su primer grande, se verá ante la desconocida frontera de los cinco sets. Lo normal es que no llegue lejos. Será también un aprendizaje. Dejémosle trazar su camino. Ilusionémonos junto a él pero pongamos prudencia en la balanza. No es justo ni conveniente ponerle la etiqueta de el 'Nuevo Nadal'. Ojalá un día llegue a la mitad de lo que ha logrado Rafa. Ya sería fabuloso.