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Suárez, un nueve de nacimiento y de profesión

“Señora, acaba de dar usted a luz a un nueve”, seguramente esas fueron las primeras palabras que oyó la madre de Luis Suárez tras su nacimiento. Porque, como pasa con los centrales (Savic, por ejemplo), hay demarcaciones específicas con denominación de origen, que son más una profesión que una posición, y el uruguayo es el ejemplo de lo que es un nueve: un cazagoles con las orejas empinadas esperando su presa. Luis no te va a regalar un movimiento, ni una conversación, si ello le va a suponer no llegar puntual a ese balón rechazado o centrado desde banda. Así ocurrió ante el Deportivo Alaves, en un partido donde los rojiblancos estaban espesos, echando en falta el buen pie en la elaboración de los Hermoso, Trippier y Koke, el nuece apareció en Ipurua cuando se le necesitaba. Al aprovechar un rebote provocado por el incansable Llorente, Suárez le demostraba de nuevo a sus compañeros que “si me generáis, siempre me encontraréis”. Después, claro está, hay que tener el don de encontrar los rincones en sus remates, porque aunque el uruguayo estéticamente no sea el más fino en sus movimientos o en la pose final antes de golpear, sus 11 goles de 15 disparos demuestran, como lo lleva haciendo toda su vida, que aunque de la sensación a veces de que no esté al cien por cien, a lomos de este nueve se puede campeonar si se le surten de balones.

En esa labor de generar es importante que Joao Félix de nuevo se enganche como hizo los dos primeros meses de campeonato. El Atlético necesita, y más Suárez, ese jugador creativo en ese espacio reducido, como hizo falta en Ipurua, entre centrales y medios pivotes, en la zona de los poetas, de los elegidos, de los diferentes, donde un rápido control te libera de la jaula para abastecer Luis Suárez, un nueve de nacimiento y de profesión.