Cerolímites

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Autor: Eduardo Salete
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¿Deberían cerrar las estaciones de esquí?

Miles de millones de euros y cientos de miles de empleos en el aire.

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¿Deberían cerrar las estaciones de esquí?
Eduardo Salete Balder

El Covid está arrasando todos los sectores económicos como una plaga bíblica, pero en las estaciones de esquí llueve sobre mojado. Después de un año flojo sin nieve, llega un año de pandemia que recuerda a la gripe española de 1918.

Las actividades de montaña en invierno, incluido el esquí alpino, son de las actividades con menos riesgo de contagio que se pueden realizar hoy en día. Se disfrutan al aire libre, las personas suelen estar ampliamente separadas, y todo practicante lleva la cara convenientemente embozada para protegerse del frío.

En las estaciones de esquí esto es cierto, al menos en las pistas. El problema reside en los cuellos de botella por los que los esquiadores deben pasar para acceder a tales pistas: autobuses, teleféricos y remontes. Pero sobre todo en las concentraciones que tienen lugar después de la jornada de esquí en los lounge après ski, restaurantes y bares, tanto en pistas como en resorts, o los spas.

Servicios, por otro lado, que recaudan gran parte de los ingresos del sector de la nieve. Y que son, en algunos casos, un importante porcentaje de la economía local. Austria por ejemplo teme perder 2000 millones de euros por culpa del Covid en el turismo de invierno, y en Austria el esquí representa el 15 % del PIB. Cuando hablamos del sector de la nieve estamos hablando de mucho dinero, y no solo en el turismo y en economías locales, también en la industria deportiva outdoor.

Esquiadores con mascarillas en Sierra Nevada con un aforo limitado a los 6.000 visitantes.

Y esto es así porque a las estaciones de esquí acude una gran masa turística de todos los puntos de Europa. Y quizá este es el gran problema que plantea el Covid, la enorme heterogeneidad de origen de los esquiadores. Uno de los grandes brotes en Europa de Covid en marzo del 2020 se debió a que esquiadores de 45 naciones se contagiaron en la estación austriaca de Ischgl y llevaron el virus a sus respectivos países. Por supuesto en marzo del 2020 no se sabía lo que se sabe ahora. Estaciones del Pirineo han abierto sus instalaciones solo para residentes e intentar, por ahora, evitar esta “microglobalización” europea que tanto riesgo puede llevar para sucesivas olas del Covid. Y en la actualidad Suiza, que no ha cerrado sus estaciones, ha puesto en cuarentena a turistas procedentes de España, entre otros países.

Una luz al final del túnel son las vacunas, pero no parece que estas puedan conformar un cortafuegos eficiente, al menos hasta el final del verano cuando se alcance una masa crítica de la población europea vacunada. Médicos expertos aseguran que se precisa un confinamiento total como el que hubo en marzo de dos o tres semanas para controlar la epidemia en su tercera ola y evitar el colapso de UCIs y hospitales.

El problema es que ya tenemos la economía en la UCI. Estamos como Sophie, ante una decisión terrible, porque aunque la sensación de que la economía y la salud (o incluso la vida) son dos cosas completamente separadas, lo cierto es que no lo son tanto. Solamente en Francia 120,000 trabajadores viven de sus puestos en las estaciones de esquí. Pensar en sus sueldos como algo lucrativo no relacionado con la salud y bienestar de sus familias sería irreal.

Puede que este artículo envejezca pronto y mal y tenga que rectificar en breve, de momento,  Francia no va a permitir la apertura de las estaciones de esquí, al menos hasta febrero, pero después de los millones que han invertido las estaciones de esquí en medidas anticovid, solo en España 40 millones, se debe permitir su apertura. Quizá limitando la venta de forfaits, el acceso a los teleféricos y remontes, reduciendo el aforo de los restaurantes y lounges, evitando las fiestas nocturnas y aumentando los test y el seguimiento a los esquiadores. Se puede llegar a un compromiso en el que las pérdidas de las estaciones de esquí sean asumibles y la epidemia no se desboque. Porque está claro que en esta temporada el objetivo no es obtener beneficios, sino simplemente resistir.

Y la medida complementaria es que los estados indemnicen a las estaciones de esquí, por los cierres obligados y las medidas restrictivas. Es evidente que todos los sectores económicos están con el agua al cuello y todos precisan de ayudas oficiales para que el 2021 no se convierta en un auténtico infierno. También es evidente que los estados no pueden mantener sus obligaciones públicas y rescatar a todas las industrias, no hay tantos fondos en la Unión Europea. Por eso es necesario que la actividad económica siga, reducida y controlada, pero que pueda amortiguar el golpe económico tan brutal que está asestando la pandemia. Quizá de esto dependa que en el 2021 podamos resistir y en el 2022 empezar a salir del pozo.

Cifras del Esquí en España (fuente Atudem)

  • Ingresos 118.755.497€ (temporada 19-20)
  • Visitantes 4.792.639 (temporada 19-20)
  • Empleos directos 3.108 (temporada 19-20)
  • Inversión en seguridad temporada 20-21 36.265.903 €